viernes, octubre 16, 2009

Poniendo límites a la libertad

DeBlob

Resulta curioso como un juego que, a su manera, hace tal alarde de la libertad, se restringa esta a si mismo. Y es eso lo que sucede con este "DeBlob", un juego absolutamente fantástico que, no obstante, está empañado por un importante problema de jugabilidad (concretamente, de rejugabilidad).
Es este, un juego alegre y desenfadado tanto en formas como en contenido, uno de esos escasos videojuegos que te alegra jugar. Es original y es divertido, y eso es algo que muy pocos videojuegos son ya, pero es también... cansino. Es una definición extraña, lo sé, pero es la que mejor define este juego. Las pantallas son demasiado largas y se puede tardar facilmente hora y media en finalizar una de ellas, eso hace que el juego pierda mucho en lo que a rejugabilidad se refiere pues, al menos yo, no dispongo de fracciones tan grandes de tiempo a voluntad. Las fases son gigantescas, pero a su vez están dividades en distintas zonas por puertas, y el juego sencilamente ganaría mucho si esta separación fuera más tajante y pudieramos elegir jugar una u otra. Es una experiencia jugable realmente fresca y divertida, pero los desafios que se nos presentan se hacen demasiado largos y pesados para volver a jugar una pantalla para completarla al 100%. Este defecto y una camara en ocasiones horrible empañan un juego que podría haber sido muy grande.
DeBlob va, basicamente, de restregarse. Encarnamos a una "bola de pintura" que ha de ir coloreando todo lo que encuentra a su paso como punta de lanza de la revolución radiantina contra el malvado ejército opresor del camarada Black. Los escenarios son unas ciudades gigantescas y, con nuestro bola de color -color que cambiamos gracias a que a lo largo de los escenarios hay contenederos de los tres colores primarios a través de los cuales conseguimos otros muchos-, debemos ir pintando parques, edificios y ciudadanos a los que los malvados nazi-comunistas-imperiales que son los villanos del juego han privado de la alegria del color. Avanzamos por el escenario, pintando y llevando a cabo misiones que nuestros compañeros revolucionarios nos encomendaran y que consisten naturalmente en pintar también lo que nos rodea, pero bajo unas condiciones concretas. Conforme avanzamos en el juego apareceran diversos tipos de enemigos, así como rios de tinta, pinchos, fuegos u otras trampas que dificultaran nuestro avance por los escenarios y pondrán a prueba nuestra pericia plataformera. Verdaderamente sólo es necesario pintar y pintar para sumar puntos y completar alguna que otra misión obligatoria, pero hay algo en la alegría y frescura que transmite esta "revolución del color" que hace que queramos explorar hasta el más mínimo detalle de cada escenario y completar todas las misiones complementarias de cada nivel (así como conseguir las distintas insignias que conlleva cumplir determinadas condiciones). El juego es una grandiosa mezcla de exploración y plataformas, divertido y original tanto en su concepto como en su desarrollo. La única pega, pero es una pega importante, es que los niveles son grandes y complejos, y acabar uno de ellos puede costarnos hora y media facilmente... y con esta duración no apetece volver a jugarlo facilmente para buscar los dos árboles que nos hemos dejado sin pintar. El juego tiene 10 fases gigantescas, pero creo que ganaría mucho si estas mismas se presentaran como 30 y no como 10.
El sentido del humor es otro de los grandes alicientes de este juego. El tono del juego es divertido y desenfadado, y todo el diseño gráfico se contagia de esas características en lo que es una apariencia refrescante y colorida. El argumento a su vez nos presenta a unos revolucionarios divertidos y un ejercito opresor que alterna unas formas comunistas con una apariencia claramente inspirada en el el Imperio Galactico de la saga Star Wars o en el mismísimo nazismo (el camarada Black no deja de ser una parodia de Adolf Hitler). Contra ello, color, alegría, y una banda sonora variada y alegre.
Tecnicamente es un juego irregular. Presenta un diseño sobresaliente, y el motor gráfico mueve una gran ciudad nítida y una gran cantidad de personajes muy bien animados con soltura, además de recordar siempre el batiburrillo de colores en el que puede acabar bañada la ciudad. La historia además esta complementada con secuencias generadas por ordenador exquisitamente diseñadas. Pero tenemos algunos problemas en lo que al control se requiere. El Wiimote fue creado para ser intuitivo, pero el control de este juego no lo és. Cuando un juego permite la opción de encadenar saltos, no se puede usar como comando de salto "sacudir el mando", pues esto puede ocasionar problemas. Así mismo, el juego tiene una cámara pseudoautomática absurda, pues en algunos momentos nos presenta un ángulo fijo que no es el mejor para calcular los saltos y no nos permite alterarlo. La cámara se puede manejar durante la mayor parte del juego, y aquí parece no serlo para facilitar los saltos al jugador... pero el efecto que se consigue es casi el contrario.
DeBlob es un gran juego, es fresco y es divertido, y son estas palabras extrañas para describir un videojuego, pero verdaderamente este es un juego extraño que agradablemente se sale de lo normal en estos tiempos en lo que todo parece inventado. Es una muy agradable propuesta que, no obstante, esta empañada por esos dos notables fallos que he indicado. Aparentemente hay una segunda parte en camino, esperemos que para ella se hayan solucionado estos problemas. Si así es, sin duda tendremos un juego de sobresaliente; esta primera entrega no pasa de notable, que no es ni mucho menos poco.

2 comentarios:

Muramasa dijo...

Almenos le han dado más publicidad que a los juegos de Imagina ser que dicen que los anuncian en TV pero yo no he visto dicha publicidad.

eter dijo...

Es un juego que ha vendido por el boca a boca. Es muy bueno, y la gente puede percibirlo en la opinión de otros. Yo, aún con esos dos defectos, he quedado encantado con el juego.
Eso sí, es un juego que verdaderamente no sabría como vender.