domingo, octubre 13, 2019

La pesadilla de una noche de verano

La estación de la calle Perdido

China Miéville es un autor bastante celebrado de la ciencia-ficción moderna, así que decidí darle una oportunidad y comencé con este, el primero de los tres libros -creo que independientes a tenor de lo visto en la contraportada del siguiente- de la trilogía de Bas-Lag, un mundo futurista en el que las ciencias han evolucionado a algo parecido a magia y decenas de razas de alienígenas y otras cosas conforman un paisaje casi de fantasía medieval clásica. 
Virtud. La imaginación del autor es desbordante y su narrativa nada mala.
Defecto. 800 páginas son demasiadas para la simple historia que se cuenta.
El libro tiene picos de una intensidad notables, pero también valles muy alargados. Uno entiende que el autor esta construyendo una urbe mastodóntica que es la verdadera protagonista del libro con sus decenas de particularidades y miles de complicaciones. Se nos presenta la sociedad. Se nos presenta la política y la economía de ese mundo. Vemos que hay alienígenas de todo tipo con formas de vida muy distintas a las humanas, vemos que hay cosas muy surreales como el Embajador o la Tejedora, y luego de repente aparecen una epidemia de pesadillas de mano de unos monstruos casi imbatibles contra los que vamos a soluciones muy extremas (entre las que se incluye incluso un nuevo tipo de vida). Todo esto está muy bien, el universo creado por el autor es muy complejo y sólido, y quitando alguna que otra cosa que me parece un pelín forzada como carácter individual de la ciencia, todo es muy gratificante.
El problema es la citada extensión de la novela. 800 páginas. Muchas de ellas con caracter descriptivo. La historia de la novela no es mala y tiene fragmentos verdaderamente poderosos, pero en su primer centenar de páginas apenas pasa nada por mucho que veamos que se ponen los mimbres para todo lo posterior y se nos está describiendo la ciudad. Todas las escenas suman y necesitamos saber de su arte o de su periodismo, pero uno se pregunta si la revuelta de los estibadores era tan clave, o si el personaje de Lin necesitaba tantas páginas cuando luego pasa a un segundo plano tan notable en la segunda mitad de la novela. Miéville está enamorado de su mundo, y es una gozada ver un universo tan bien construido... pero creo que habría sido aún mejor verlo con algún centenar menos de páginas.
Si bien la escritura del autor es bastante ágil y en su desarrollo no abusa de trampas, de momento no voy a continuar pronto con la segunda parte de la trilogía y no es un libro que pueda recomendar si no a los aficionados del género.

2 comentarios:

Juan Manuel dijo...

Por lo que ibas presentando del libro parecía interesante, hasta que revisé el perfil del autor y veo que pertenece al "Socialist Workers Party", lo cual me indica que de economía no sabe absolutamente nada, por consiguiente lo que haya desarrollado en la obra debe ser un sistema de tipo colectivista combinado con otras fumadas que arrastra esta gente. En fin, no digo que no sea interesante al menos para reírse un rato pero paso.

eter dijo...

Sí, el autor esta muy metido en temás políticos. Aquí no se mete demasiado en economía, tiene unos protagonistas relativamente bohemios y luego sencillamente la ciudad es un nido de pobreza y corrupción como te puedes imaginar un Londres victoriano. La novela esta categorizada como de ciencia-ficción, pero yo la veo muy claramente de corte fantástico medieval por mucho que la magia tenga un nombre medio cientifico.