Hace unos meses le dediqué un momento mítico (
ver reseña). La inmensa mayoría de los otakus occidentales modernos hemos tenido nuestra época de Narutard, no tiene nada malo admitirlo. Naruto era una serie con un grandísimo potencial y una fuerza visual innegable. Sin embargo, es una serie con muchos pros y contras, con unas decisiones por parte de su autor francamente discutibles. Y creo que la historia es coherente y está bastante trabajada, y avanza siempre en la misma dirección... aunque esta dirección es una muy rara. La opinión general sobre la serie parece ser que al final ha sido decepcionante, sobre todo por el interminable arco final de la guerra, y prueba de ello es que al final casi lo más comentado era la pareja final de Naruto o cierto guiño de Kishimoto a One Piece en la última página. No obstante, sus méritos no son escasos y su importancia en la historia del manga moderno no se puede discutir.
Con el final del manga me animé a retomarlo allí donde lo había dejado, así que aquí llega mi reseña, plagada de SPOILERS y tremendamente crítica de la serie y los puntos que la separaron de ser todo lo grande que un servidor había imaginado sería durante los tiempos del exámen chuunin.
Lo hizo un mago... un Uchiha
El primer problema de esta serie aparece ya en la batalla contra Zabuza y tiene un nombre muy claro: Sharingan.
En un principio la serie distingue entre distintos tipos de técnicas, pero llegado un momento cualquier cosa parecida a batallas físicas o estrategia queda relegada a un segundo plano ante las mega supertécnicas mágicas. Técnicas que no tienen explicación y que en ocasiones sólo se fundamentan en una habilidad especial de un clan.
Es justo decir que en ocasiones Kishimoto logra introducir la estrategia en los combates, pero son pocas ocasiones, e incluso en estos casos muchas veces las estrategias están al servicio de estos jutsus imposibles. Y si bien hay algunos usos exagerados del chakra como armadura o elemento de curación, es con el Sharingan donde al autor se le va la cabeza, usándolo siempre como Deux Ex Machina y para justificar que Sasuke sea capaz de estar a la altura de cualquier monstruo de la serie. Kishimoto es un autor muy plástico, pero llegado un momento es en ocasiones muy claro cuando le da por solucionar los combates mágicamente mediante alguna técnica de ilusión que le permita además dibujar una composión curiosa.
Pero si este uso es una exageración ridícula de los primeros trucos de la serie, no es nada. Vemos técnicas que permiten invocar practicamente dioses como Susanoo, se habla tranquilamente de jutsus para viajar en el espacio tiempo como si fueran lo más normal del mundo, hipnotizar a todo un planeta es posible, y llegado un momento tenemos incluso técnicas que permiten alternar la realidad.
Sin embargo el Sharingan no es el mayor problema de la serie; es sólo una extensión del mayor de los males de este manga: los Uchiha. Esto no es ninguna sorpresa, muy conocidos son esos fanart que sustituyen el nombre de "Naruto" por el de "Sasuke" o "Uchiha". El protagonismo de la serie está claramente dividido entre estos dos personajes, pero incluso partiendo del hecho de que el rival del protagonista tenga su mismo peso en la historia, encontramos que la trama retuerce siempre su argumento para que los Uchiha estén en el centro de todo, convirtiéndolos en los protagonistas, haciéndolos el clan más poderoso... sin embargo resulta ridículo que tanto poder sólo se vea en Madara, Itachi y Sasuke pues el resto de miembros del clan son practicamente basura que no han hecho nada durante varias generaciones.
Todos los personajes están obsesionados con los Uchiha y con Naruto hasta el punto de que existen secundarios como Karin cuyo único fin en la serie parece ser ensalzar las virtudes de uno de estos personajes y recalcar cada momento en el que "molen" para que al lector no se le pase. Lo veo un error por parte de Kishimoto, han de ser los actos de un personaje los que hablen por él, no hemos de tener un comentarista cuya misión sea dejar claro al lector que lo que acaba de ver mola... si algo está bien, el lector será el primero en reconocerlo.
Una corriente narrativa muy extendida es la del héroe solitario. Cualquiera se identifica más con un héroe si sabe que esta sólo y no puede delegar en nadie, y la simpatía es mayor si sabe que incluso no será reconocido. Eso pasa con Naruto al principio, y funciona muy bien, e incluso el personaje "de soporte" inicial que es Hinata se desarrolla y crece de forma paralela al héroe llegando a influir en este. Pero si bien un personaje que ponga voz a los pensamientos del lector o refuerce el mensaje del autor no es malo ocasionalmente, si lo es cuando se repite hasta la saciedad, y tenemos decenas y decenas de capítulos con Tsunade, Kakashi o cualquier otro recondándonos lo bueno que es Naruto.
Estos narradores aparecen también en los combates, donde muchas veces las resoluciones son tan forzadas o "mágicas" que el lector no sabe lo que ha pasado o no es consciente del grado de amenaza real, y en estas ocasiones un personaje que observa la batalla desde lejos nos dejara claro que hemos visto algo muy espectacular y peligroso, aunque no lo sepamos. Es un recurso bastante pobre, y en algunos momentos pasa a ser sencillamente ridículo (Tobi parece un comentarista deportivo en el combate de Sasuke contra Deidara).
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad
En honor a la verdad hay que decir que si bien el Sharingan es su máximo exponente, las megatécnicas llegan en un determinado momento para destruir la coherencia de la serie... porque las técnicas de Naruto y Sasuke apenas evolucionan, o lo hacen siempre sobre la misma base... y siempre son las más poderosas en retrospectiva... pero cuando aparece un nuevo enemigo da la casualidad de que no son tan útiles contra este, aunque luego este personaje supuestamente tan poderoso después vaya a quedar condenado al ostracismo. Ejemplo de esto lo vemos en Pain o en algunos de los kages, cuyos poderes son muy grandes pero siempre quedan supeditados a las necesidades de la historia para con los protagonistas, ensalzándolos cuando se enfrentan a Naruto o Sasuke pero ninguneándolos después.
La serie presenta también curiosamente el caso contrario con Sakura, personaje que no hace nada pero que de vez en cuando tiene que colocar junto a los protagonistas para maquillar un poco lo obvio de que el equipo 7 en verdad nunca fue un equipo (en serio, ¿cuantas misiones hicieron? ¿cuanto tiempo pasaron juntos? ¿de donde viene ese absurdo sentido de equipo?). Sakura sería también una muestra curiosa del machismo brutal de la serie, donde las chicas practicamente acaban reducidas a botiquines andantes.
Este caos en la escala de poderes se aplica también a las grandes bestias, cuyo poder ilimitado es limitado de vez en cuando. Las invocaciones, como las técnicas mágicas, estuvieron en la serie desde un principio... el problema es que en su clímax la serie junta a demasiados invocadores y bestias legendarias, estropeando la mística de estos y convirtiendo la serie en una sucesión de batallas de gigantes grotescos donde los protagonistas apenas parecen poder hacer nada... pero donde tampoco sentimos nunca una amenaza inminente e inevitable debido al poco carisma de estos monstruos. Para colmo de males, semejantes titanes propician unos inevitables problemas de encuadres y composición para los dibujos que los hacen difíciles de seguir y poco atractivos.
Tengo que mencionar aquí también un épico "guión no jutsu" consistente en que durante muchos capítulos uno de los motores de la serie sea la búsqueda de las bestias por parte de los malos para que, en el último instante, durante el enfrentamiento contra los dos que controlan las que les quedan por conseguir (Naruto y Bee -gran personaje, por cierto-) de repente ya no les hagan falta el 8 y el 9 colas porque tienen un par de "cachos" de ellas por casualidades de la vida.
En nombre de Luna, te castigaré...
En lo referente a la historia, creo que la trama de Naruto estaba bien definida desde el principio. Madara y el Primero estaban ahí desde el principio, y se van dando detallitos de ellos hasta que saltán a la primera línea de la acción. Y el mensaje del odio esta muy claro, así el porque Naruto es importante y el porque su actitud es inspiradora.
Ahora bien, este planteamiento tiene serios problemas. Verdaderamente no hay nada que haga único a Naruto, no es un personaje especialmente carismático, y su perseverancia e idealismos los vemos en otros personajes (quizás menos escandalosos). Es un personaje claramente idealista y regido por unos ideales como los de nuestra época, y resulta absurdo desde cualquier óptica pensar que pudiera tener lugar en un mundo de ninjas en guerra. Los ninjas son asesinos, y en el mundo de Naruto son además soldados. Un personaje como Naruto no tiene sentido... y para colmo la propia serie destroza a este personaje, pues en un principio es un marginado que lo consigue todo por su propio esfuerzo y su convicción en sus ideales... para luego pasar a ser descendiente de un super clan y del propio personaje más poderoso de la serie, todo el mensaje de autosuperación queda en nada cuando vemos que el protagonista, su rival y gran parte de los secundarios son desde el mismo momento de su nacimiento "especiales".
Pero además Naruto es irrelevante. Todos son buenos de por sí, todos los personajes están cansados de guerra y uno no sabe muy bien porque siguen en ellas... porque los señores feudales llegado un momento son practicamente ignorados. La paz no se consigue por los discursos estúpidos pero bien intencionados de Naruto, el odio no es tan fácil de eliminar. La paz se consigue cuando una amenaza aplasta a todos los buenos y se ven obligados a cooperar. No se alían por voluntad, lo hacen por necesidad. Y luego sencillamente la serie ignora como se mantiene la paz posterior, algo que la historia nos ha enseñado que es mucho más difícil de conseguir que la firma puntual de la tregua.
La serie tenía un gran potencial de grises, con guerras entre ninjas, asesinatos y misiones crueles, y no lo aprovecha. Posiblemente el mejor villano de la serie sea Danzou, es el que ofrece más posibilidades a la trama, sin embargo Kishimoto no lo aprovecha y lo supedita por completo a la trama de los Uchiha.
Esta bondad generalizada de los personajes se traslada a los enemigos, donde uno detrás de otro van todos pasándose al bando de los buenos. La serie no juega con grises y reduce el conflicto de los personajes a algo muy simple. Los malos son malos y los buenos son buenos. ¿Por qué? No me parece mal el plan de Pain, y desde luego me parece mejor que la negación de la realidad de Naruto. Las guerras no se producen por el enfrentamiento del bien contra el mal, se producen por el enfrentamiento de un bien contra otro. Cada bando tiene sus motivaciones y sus razones, ni mejores ni peores las unas que las otras. Kishimoto no respeta las ideas de los personajes que se oponen al pensamiento fácil y políticamente correcto que esgrime el protagonista de su serie.
Y esto tiene un curioso efecto, y es que cada villano es menos carismático que el anterior. La serie va cambiando poco a poco sus villanos, renovando ocasionalmente al enemigo final. El problema es que Orochimaru era carismático, y los Akatsuki tenían una fuerza visual brutal. Pero llegado un momento los Akatsuki comienzan a caer como moscas, de repente Kishimoto no parece necesitarlos y no sabe como librarse de ellos. En ese momento el autor ha perdido el sentido de la dirección y no sabe como pasar del universo hacia el que la propia serie había evolucionado a aquel hacia el que él queria dirigirse. Y entonces aparece Tobi, amparado bajo el nombre de Madara. Tobi resulta algo inquietante y es atípico, sin embargo tras Pain parece poca cosa. Luego llega Madara en sí, tan ultrapoderoso que carece de carisma, y con la llegada de Madara Tobi evoluciona en Obito en uno de los peores movimientos de la serie. Luego comienzan a aparecer las versiones monstruosas de estos, y finalmente llegamos a Kaguya, un pegote extraño como enemiga final que resulta completamente anticlimático.
En ocasiones veo muertos...
Kishimoto ha acabado con los Akatsuki, y ha hecho que todos los kages sean molones. No tiene entonces apenas villanos, sin embargo la idea de una guerra ninja era demasiado potente y estaba claro que era lo que todo el mundo quería ver -además de ser la herramienta perfecta para transmitir el mensaje de unificación que el autor quería transmitir-, la guerra debía continuar. ¿Pero sólo teníamos a Tobi y a un loco llamado Sasuke que nadie podía considerar como una amenaza para la paz mundial? Solución: ¡¡¡ zombies !!!
El Edo Tensei estaba ahí desde el principio, era un recurso que desde el principio parecía muy forzado... pero podía servir como técnica extrema. El problema es que cuando se abusa de él resulta ridículo. No uno ni dos zombies, decenas, centenares de ellos, y además invulnerables y casi invencibles. Kishimoto resucita a todos los muertos, y a muchos que hasta entonces sólo habían sido nombrados. Fanservice a lo bestia. Padres contra hijos y leyendas antiguas contra modernas para enarbolar ese mensaje tan claro de la serie de que cada generación llega un poco más lejos que la anterior. Y hay buenos combates, y hay personajes muy carismáticos entre ellos, el problema es que es excesivo... villanos carismáticos anteriormente quedan reducidos por momentos a masillas, y otros grandes combates muy dignos no dejan de parecer en ocasiones enfrentamientos de relleno sin un componente emotivo... y casi mejor porque el componente emotivo forzado de otros saca lo peor de Kishimoto.
Porque hay algo peor que los zombies (ignorare aquí momentos surreales como que Orochimaru hubiera dejado una horrocrux en Anko y resucite como si nada). Peor que un zombie ninja... es un zombie ninja redentor. Kishimoto construye unos flashback brutales normalmente, preciosos, simbólicos y muy emotivos. Esos flashback, esos pasados, esas promesas de hijos de crecer para honrar la memoria de sus padres no necesitan la aparición de estos para darle una palmadita de orgullo y satisfacción a los protagonistas. Shikamaru no necesitaba ver a su maestro de nuevo, como Gaara tampoco necesitaba reencontrarse con su padre. Hay herramientas mejores para estos fines, y Kishimoto las conoce.
Pero hay algo peor que los zombies amorosos que vuelven de la tumba para reencontrarse con amigos y familiares. Peor que ellos son... aquellos que no vuelven, eso de Itachi de programar el Sharingan de su ojo para que lanzara un Amateratsu cuando viera otro Sharingan es horrible (aunque bueno, como hemos dicho, con el Sharingan todo vale... porque aquí también podríamos hablar de lo fácil que parecen ser los trasplantes de ojos en este mundo), pero lo de Kushina duele. La madre de Naruto es un buen personaje, pero eso de dejar "chakra" con un mensaje para su hijo es un recurso muy cutre para conseguir emotividad y lágrima fácil.
Y vienes a pedirme que dibuje el día de la boda de mi hija...
El motivo de todos estos problemas es muy simple, la simple y llana desmotivación de su autor. Es algo previsible hasta cierto punto, la persona que era Kishimoto cuando comenzó a dibujar este manga era muy distinta a la que es ahora, 15 años después, con familia, y con tres lustros de agobiante trabajo a sus espaldas. Kishimoto también tiene dinero para toda su vida y la de sus hijos, así que es normal que poco a poco fuera perdiendo el interés en una obra que ya tenía muy avanzada y que caminaba hacia su cierre. Kishimoto, siempre lo he dicho, más que un mangaka es un creador de storyboards, captura muy bien el movimiento y crea verdaderas virguerías simbólicas cuando le toca representarlo. Creo que cuando sólo tenía que dibujar la trama que ya tenía diseñada, se limitaba a cumplir con sus dibujos -con su cabeza puesta en sus próximos proyectos- mientras que esperaba que llegase la siguiente gran escena a nivel gráfico.
Pasada la mitad del manga, comienza a verse que Kishimoto tiene prisa por cerrar la serie y el ritmo del manga comienza a ser errático. Los Akatsukis comienzan a morir al no saber el autor como usarlos, y al poco tiempo aparecen todos los kages. La serie, durante mucho tiempo centrada en Konoha, salta a un ámbito más global. Sin embargo Kishimoto no parece saber como manejar todos esos personajes -y además seguir manteniendo a los antiguos- y opta por lo seguro: volver a la dupla Naruto-Sasuke. Es una pena, los kages molan, tienen mucho carisma, e incluso llevan con ellos unos pocos secundarios bastante carismáticos. Pero el ritmo es demasiado elevado. La serie ha pasado de estar centrada en unos pocos alumnos de una generación de Konoha a narrar un conflicto internacional, pasamos de la nada al todo, y lo hacemos demasiado rápido. Kishimoto se olvida del tiempo y cada batalla sucede a continuación de otra sin tiempo para digerir estas o sus consecuencias, la planificación temporal es sencillamente nefasta y el autor tiene que recurrir incluso a algo tan chapucero como las teletransportaciones.
Pasados estos capítulos, cuando alcanzamos el comienzo del final, aparece un problema inesperado y sorprendente; el dibujo se hace mucho más confuso con grandes encuadres y un uso de un trazo demasiado grueso en unos escenarios genéricos y sobrecargados que dificultan seguir la acción correctamente. Llegado un momento el dibujo de Kishimoto comienza a empeorar, algo extraño que además coincide tristemente con el que es el desenlace de la serie y su gran clímax.
Hablo por supuesto de la guerra, que tiene un problema más grande que el del dibujo. Los últimos doscientos capítulos del manga son ridiculamente eternos, vemos una guerra eterna que no avanza ni acaba, donde se le da a todos los personajes varios combates, donde el fanservice está en cada plano y donde tenemos más saturación que nunca de Naruto y Sakuke... porque absurdamente son la pieza clave a pesar de estar en el campo de batalla otros muchos monstruos. Pero, como he mencionado antes, todo queda supeditado a estos dos, que pueden librar infinidad de combates, tienen la clave para acabar con enemigos aparentemente invulnerables, motivan a todo el mundo e incluso pueden montar una LAN de chakra para restaurar las fuerzas de sus aliados. Tenemos aquí pues los grandes defectos de la serie eclipsando a sus grandes virtudes, todos los personajes acaban siendo fagocitados por la dupla Naruto-Sasuke y esa fuerza mágica incomprensible de ambos que los hace ser los únicos determinantes.
La guerra comienza bien, con componentes estratégicos y algunos buenos combates de secundarios. Pero todo esto es una trampa. Al final no sirve para nada. Cuando algo parece avanzar en la guerra, de repente se sucede un gran cambio de una forma no todo lo lógica que uno quisiera y hace que todo lo que ha pasado hasta entonces sea poco menos que irrelevante. Se nota demasiado que Kishimoto lleva la historia por donde quiere, aunque este no sea el flujo natural de esta. Momentos como el mencionado "ahora no necesito las bestias" o ese momento en el que Neji muere (la muerte de Neji es practicamente la única del grupo protagonista, lo cual es ridículo, pero más ridículo es aún que provoque una motivación de todo el grupo cuando antes han muerto decenas de miles de ninjas que a nadie parecen importarle entonces).
¿Es Naruto una serie imprescindible? Sí, lo es. Podría ser mucho mejor, y creo que la impresión final es que es una serie algo decepcionante. Pero igualmente que podría ser mejor, podría ser peor, muuuuucho peor. Naruto no es un mal manga. Tiene algunos defectos, algunos de ellos graves. Pero tiene un buen dibujo, y tiene buenas ideas. Tiene una historia y unos personajes muy dignamente trabajados para una serie que se ha ido escribiendo a ritmo de 18 páginas cada semana durante 15 años.
Y es una serie importante, capital, eso es indudable. Es quizás el manga más importante en Occidente desde Dragon Ball, y como tal trasciende el papel meramente artístico y comercial para ser un elemento propio de la cultura actual.