Este puede ser, seguramente, el anime más lúcido producido en Japón desde esa magna representación de sus ideales que era "Samurai Flamenco". Kumamiko refleja como pocas series el miedo al cambio y el deseo de aferrarse al pasado, a la infancia, a lo conocido, como acto reflejo inconsciente ante el temor de lo desconocido y lo inevitable del paso del tiempo. El oso vive en una cueva -o no- y no es casualidad, tenemos ahí el mito de la caverna de Platón, como también el espectador avezado podrá ver sutiles reminiscencias del superhombre de Nietzsche y de muchas otras teorías filosóficas.
El marco de la serie, un pueblo perdido que se afana en intentar revitalizarse por medio del turismo, es una clara metáfora de la sociedad nipona actual, cuyas costumbres y tradiciones se pierden en la vorágine del siglo XXI. Esta serie pues, es una reflexión sobre la perdida de la identidad de una nación. No es casualidad que la mayoría de los habitantes de la aldea sean ancianos; estos están orgullosos de su pueblo, un orgullo que los jóvenes descendientes son incapaces de encontrar. Tenemos pues el eterno conflicto del cambio generacional, en el cual incluso podemos ver matices de esos ancianos que vivieron en su infancia la ilusión de un Japón que dominaría el mundo... la sombra de la Guerra Mundial y de Hiroshima no es ajena a esta serie.
En este enfrentamiento de aspiraciones entre ancianos -preocupados por el bien común y patrio- y jóvenes -preocupados por el bien propio-, no sólo encontramos un interesante enfrentamiento entre posturas Marxistas y Keynessianas, si no que también podemos ver una brillante referencia al acuciante problema de natalidad nipón; la falta de identidad nacional se transmite también a la identidad individual.
La falta de los valores tradicionales repercute en la falta de valores morales, convirtiendo a los individuos en seres asociales y carentes de empatía, faltos de esperanza y objetivos reales. Aquí, en un nuevo ejemplo de como la serie enlaza brillantemente todos sus parlamentos, encontraríamos el tema de las idols, exponente máximo de la degeneración conptualmente artística del arte tradicional nipón (así como causante también de gran parte de los retrasos de Berserk).
La grandeza de Kumamiko es tal que es imposible siquiera reflejarla en unos pocos párrafos. Es imposible condensar sus ideas en palabras cuando la propia serie es un milagro que condensa en unas interminables horas el conocimiento de toda la especie humana y el de parte de algunos opiaceos.
Quiero pensar así, porque si no lo hago tendré que admitir que he perdido 4 horas de mi vida en una serie que por algún motivo no terminé de abandonar nunca. Quiero pensar así porque si no, si pienso en un ritmo irregular con muchos episodios flojitos, si pienso en toda una trama aburridisima y carente de interés sobre la revitalización de un pueblo, si pienso en la enésima serie que recurre a la mierda de las idols, si pienso en una serie en la que el "viaje de la heroina" se traduce en que acaba en el punto de salida, sólo que más tonta que al principio y convencida de que ese es su lugar en el mundo... si pienso en todo eso... no me quedaría más remedio que sentirme insultado ante semejante mierda de anime.