Hola, me llamo Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre...

Stardust

Películas como esta aparecen muy de vez en cuando. Mi hermano me la había recomendado comparándola a "La princesa prometida", una de mis películas favoritas, y después de haberla visto no puedo si no confirmar esa impresión. "Stardust" es la secuela que nunca vimos de aquella maravillosa película de los 80.
Son películas extrañas. Transcienden su género y su tiempo para quedarse grabadas en la memoria del espectador para toda la vida. Me es imposible olvidar a Wesley, a Iñigo Montoya a Cesik, al Pirata Roberts, a la princesa Butterfly y a todos aquelos personajes. De inmediato esa película pasó a formar parte de mi. Es algo que muy pocas películas logran. Creo que Stardust lo ha conseguido de igual manera. Sólo el tiempo lo dira, claro, pero las sensaciones que me ha producido esta película son similares. Y su mérito es quizás mayor, pues aquella cinta la vi con la fascinación de un niño, esta la he visto con el desencanto de un adulto.
Poco o nada se puede decir el argumento, sencillamente es un cuento de hadas. Tenemos a un protagonista muy bueno y noble, a una princesa, a una bruja malvada, a un principe ambicioso y terrible, a un maestro mentor y a todos los típicos personajes que esperamos encontrar en un mundo de fantasia. Y la historia, como todas aquellas que merecen la pena ser contadas, es una historia de amor.
Tecnicamente la película cumple de sobra, unos efectos que se amparan en la magia que transmiten para ser perfectos, unos paisajes sencillamente increibles y hermosos, una escenografía muy cuidada, y hasta un score que realza todo lo que se ve.
Pero lo importante de la película no es ni su argumento, ni sus paisajes ni nada. Lo importante de la película es todo. Porque Stardust es una de esas películas que se ve con una sonrisa en la boca. No es una comedia. Es una película sencillamente alegre y feliz, y contagia ese mismo sentimiento al espectador.