Larry David, para aquellos que no lo sepan, es un conocido y respetado cómico americano. En mi mente no puedo dejar de verlo como el co-creador de Seinfeld y el padre de ese gran personaje que es George Constanza. Es un cómico especializado en monólogos. A Woody Allen no hace falta que lo presentemos. Neurótico y maniático hasta decir basta, la brillantez de sus díalogos es una de las joyas que estos últimas décadas el cine nos ha mostrado. Esta película es la unión de ambos, en la que Allen usa al cómico como su prolongación en la pantalla.
Ni que decir tiene que, haciendo un juego de palabras fácil, la cosa funciona. David se presenta como un Woody Allen más perfecto que el propio Allen. Es un cascarrabias que odia a todo el mundo, una mezcla del desmesurado intelectualismo que el neoyorkino siempre ha pregonado en sus películas con la personalidad de un clásico Clint Eastwood. Allen, creo, es demasiado patético, ello hace que sea surreal verle en algunas ocasiones llevarse a la chica buena... es un personaje demasiado caricaturizado. David es patético es una escala distinta, es fisicamente como cualquier hombre, y por ello resulta más convincente como reflejo del perdedor indiferente que Allen siempre ha querido retratar en sus películas.
Ahora bien, si David es un Allen perfecto, no se puede decir lo mismo del propio Allen. Esta no es, ni mucho menos, una mala película, pero es demasiado autocomplaciente y fácil para lo que el genial director puede ofrecernos. Allen, eso esta claro, lleva ya 40 años en esta profesión y ha demostrado todo lo que tenía que demostrar y más, pero un espectador no puede evitar sentirse algo decepcionado al ver que últimamente ha optado por un cine fácil y se ha encasillado en el género que él mismo es. Y esta película es, basicamente, una gigantesca sucesión de monólogos y conversaciones surreales como sólo este autor es capaz de crear. Y como tal, la película funciona a la perfección. Es un regalo de Allen para Allen y para aquellos espectadores que disfrutamos de sus comedias más alocadas. En la cinta, el director no deja títere de cabeza y ahonda en su nihilismo, en la insustancialidad de la vida y en la banalidad de nuestras acciones y preocupaciones... y como siempre, lo articula todo en relación al sexo como buen discípulo de Freud que siempre ha sido. Allen se mete con todos los convencionalismos típicos de america, con la religión, con las razas, con el sistema educativo, con el conformismo de la sociedad, con el capitalismo, con el sur... pero como hombre brillante que es consigue burlarse también de aquel que se burla y ridiculizarlo todo para hacer más notable su mensaje. Y el mensaje basicamente es "la vida es una mierda, pero hay cosas buenas... y hay que aprovecharlas". Mensaje simple y directo que predica nuestro entrañable protagonista mientras se mete absolutamente con todos las filosofías de vida y con todas las formas de vida en si mismas que encuentra a lo largo de la película.
La película esta cargada de frases ocurrentes y diálogos magníficos, divertidos e ingeniosos como pocos. Pero mientras se ve... existe la sensación de que es un producto menor. Ya hemos visto muchas películas de Allen con estos elementos y esta no es la mejor. No obstante, no deja de ser una película altamente recomendable.
Ni que decir tiene que, haciendo un juego de palabras fácil, la cosa funciona. David se presenta como un Woody Allen más perfecto que el propio Allen. Es un cascarrabias que odia a todo el mundo, una mezcla del desmesurado intelectualismo que el neoyorkino siempre ha pregonado en sus películas con la personalidad de un clásico Clint Eastwood. Allen, creo, es demasiado patético, ello hace que sea surreal verle en algunas ocasiones llevarse a la chica buena... es un personaje demasiado caricaturizado. David es patético es una escala distinta, es fisicamente como cualquier hombre, y por ello resulta más convincente como reflejo del perdedor indiferente que Allen siempre ha querido retratar en sus películas.
Ahora bien, si David es un Allen perfecto, no se puede decir lo mismo del propio Allen. Esta no es, ni mucho menos, una mala película, pero es demasiado autocomplaciente y fácil para lo que el genial director puede ofrecernos. Allen, eso esta claro, lleva ya 40 años en esta profesión y ha demostrado todo lo que tenía que demostrar y más, pero un espectador no puede evitar sentirse algo decepcionado al ver que últimamente ha optado por un cine fácil y se ha encasillado en el género que él mismo es. Y esta película es, basicamente, una gigantesca sucesión de monólogos y conversaciones surreales como sólo este autor es capaz de crear. Y como tal, la película funciona a la perfección. Es un regalo de Allen para Allen y para aquellos espectadores que disfrutamos de sus comedias más alocadas. En la cinta, el director no deja títere de cabeza y ahonda en su nihilismo, en la insustancialidad de la vida y en la banalidad de nuestras acciones y preocupaciones... y como siempre, lo articula todo en relación al sexo como buen discípulo de Freud que siempre ha sido. Allen se mete con todos los convencionalismos típicos de america, con la religión, con las razas, con el sistema educativo, con el conformismo de la sociedad, con el capitalismo, con el sur... pero como hombre brillante que es consigue burlarse también de aquel que se burla y ridiculizarlo todo para hacer más notable su mensaje. Y el mensaje basicamente es "la vida es una mierda, pero hay cosas buenas... y hay que aprovecharlas". Mensaje simple y directo que predica nuestro entrañable protagonista mientras se mete absolutamente con todos las filosofías de vida y con todas las formas de vida en si mismas que encuentra a lo largo de la película.
La película esta cargada de frases ocurrentes y diálogos magníficos, divertidos e ingeniosos como pocos. Pero mientras se ve... existe la sensación de que es un producto menor. Ya hemos visto muchas películas de Allen con estos elementos y esta no es la mejor. No obstante, no deja de ser una película altamente recomendable.
Qué ganas tengo de verla. Para variar, me tocará esperar al DVD. O, quién sabe, igual pasa como con Vicky Cristina Barcelona y en diciembre me la encuentro en VOS en un cine xD.
ResponderEliminarHay que verla, Allen es una apuesta segura, aun con sus obras menores.
ResponderEliminarBattosai, particularmente las de Allen no me atrevo a verlas en ingles. Para empezar -aunque en esta caso no importa- me gusta bastante su doblaje, pero luego además es que el acento neoyorquino se me hace particularmente difícil de seguir
ResponderEliminarRaistlin, entretenerte te va a entretener, eso tenlo por seguro.
Tengo ganas de verla. Tendré que pasarme por el cine esta semana.
ResponderEliminarEn los tiempos actuales hay que verlas pronto, que a nada que eso las cambian para poner otra copia de Rec o Agora (creo que debe ser la única vez que los dos taquillazos acaparasalas son otras películas españolas)
ResponderEliminarBueno, te cueste o no el acento, hay un invento maravilloso que se llama subtítulos xD. Yo sé inglés, pero también veo en original películas en muchísimos otros idiomas de los que sé poco o nada.
ResponderEliminarA mi es que las películas en ingles me gusta usarlas también para repasar mi atrofiado ingles. Pero entre el acento neoyorquino, la velocidad de los diálogos y lo surreales que son sus conversaciones... Allen me da miedo en este aspecto.
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