Hace ya cerca de dos décadas, el universo Fate nació como un simpático eroge que partía de una idea bastante enrevesada sobre el bien y el mal en el que un joven se liaba con una heroína al tiempo que héroes mitológicos se daban de palos entre si (ver reseña). Eso era, a grandes rasgos, la razón de Fate. Consiguió una gran popularidad y poco a poco fue expandiendo su universo hasta que esté entró en contacto con el mercado de juegos de móvil, y ahí se produjo una conjunción astral en la que waifus y husbandos de todas las épocas y todos los clichés otakus encontraron en los gachas su recipiente perfecto. Fate GO nos trasladaba a un mundo en el que la humanidad casi se había extinguido y el jugador -como última esperanza de la humanidad- debía de viajar a diversas épocas de la humanidad para resolver las anomalías temporales que allí se producían como si de una encarnación del Doctor Who se tratase, y en esas épocas lucharíamos con y contra servants de todo tipo.
Esta "Babilonia" nos traslada al que es prácticamente el último arco del juego, donde en el ocaso de la era de los Dioses, una alianza de Tres Diosas intenta acabar la incipiente humanidad, una civilización comandada por uno de los grandes clásicos de la franquicia: Gilgamesh.
A lo largo de 21 episodios veremos un choque de Dioses y Hombres que no tiene más objetivo que ser divertido y espectacular. La serie no pretende ser otra cosa que divertida y -muy para mi sorpresa- no acaba divagando demasiado en las cuestiones filosóficas en las que la franquicia suele caer. Simplificando mucho, la serie es una preciosidad visual con mucha comedia y una acción constante en la que predominan las explosiones y las patadas para lucimiento de glúteos. Tenemos muchos personajes que molan mucho, y cuando no están luciéndose en escenas de acción suelen estar chinchándose los unos a los otros de alguna forma en una forma de comedia tan simple como efectiva. Este producto encaja en lo que yo siempre he llamado "idea preconcebida del anime" (ver máximo ejemplo): personajes guays haciendo cosas guays con un marco visual francamente potente. Y si bien la comedia chorra funciona aunque solo sea porque la franquicia sabe que tiene a la tsundere por excelencia -con permiso de Rie Kumigiya- que es Toshaka Rin, es en lo visual donde sencillamente te gana merced a un trabajo impresionante de Cloverworks, con una música preciosa, unos fondos y unos personajes preciosos y exquisitamente definidos y un presupuesto holgado para una animación que en cada episodio donde deja alguna que otra secuencia de acción espectacular y donde las grandes batallas acaban en clímax disparatadamente épicos y grandilocuentes.
El mayor problema sería la historia, supongo. No por su endeblez en sí, ya que esto no deja de ser un juego de móviles en el que lo prioritario es cosechar waifus y husbandos que se digan chorradas entre ellos y den lugar a combates molones, si no porque estamos en el séptimo arco de una gran saga de la que prácticamente no sabemos nada. Sin embargo, creo que la serie sobrevive a este problema. Cada arco es una época, y verdaderamente sólo son comunes a todos el anodino protagonista -bastante Gary Stu, pero supongo que es inevitable su atonalidad al no dejar de ser un avatar del jugador- y su servant principal -aka culminación de décadas de cultura del moe-; tras ellos se dibuja un trasfondo triste y meláncolico que se refuerza con puntuales flashback que nos dan pinceladas de aventuras anteriores. Es una pena no poder ver esas aventuras, aunque creo que la serie consigue dibujar con firmeza su trama y en su sencillez y ligereza encuentra unas virtudes que seguramente no encontraría si a estos 21 episodios les hubieran precedido más de 100 con tramas parecidas.
En definitiva, no es una gran serie a nivel argumental, pero creo que eso es casi lo mejor que se puede decir de ella. Es una serie que desprecia cualquier complejidad argumental o pretensión filosófica para convertirse en un entretenimiento repleto de acción y carisma plenamente disfrutable y recomendable.