La gota que colma el vaso

One Piece 502 - El incidente con los Tenryuubito

El caos que llevabamos anticipando durante los últimos capítulos de One Piece ha comenzado. Oda había metido en una misma isla demasiados elementos problematicos y era obvio que todo iba a explotar de un momento a otro. Independientemente de las amenazas en forma de almirantes, cazarrecompensas y otros piratas que se encontraban en el archipielago, era obvio que Luffy y compañía no podían permanecer indiferentes ante las injusticias que estaban viendo. Al final la burbuja, como no podía ser de otra forma, ha explotado. Los nobles han entrado en confrontación directa con la banda al querer comprar a Camie, y evidentemente contra eso ninguna promesa hecha a Hachin iba a frenarlos. Al fin y al cabo, Usopp quemó la bandera del gobierno, llevan en su tripulación a una arqueologa que sabe leer los fonegríficos y han acabado ya con dos shichibukais y la élite de los asesinos del gobierno mundial... agreder a un noble sagrado no supone un salto cuantitativo en los crímenes por los cuales se les persigue. Era inevitable y ahora resta por saber el papel que jugaran Rayleigh y los supernovas en esta batalla, así como cual sera la respuesta del cuartel general de la marina... y como influirá todo esto en la ejecución de Ace.
No obstante, a pesar de la gozada que es la última imagen (esa doble página memorable con Luffy rompíendole la cara a un despreciable y despótico noble carente de más fuerza que el miedo que inspira), y de lo grandiosas que son las viñetas en las cuales se ve el rostro siniestro de un Luffy verdaderamente cabreado y enfurecido, uno de los aspectos que más me ha llamado la atención de este capítulo es el capitán pirata de las primeras páginas. Un pirata que ni siquiera llega a los 20 millones de recompensa pero que prefiere suicidarse antes que convertirse en un noble; un pirata que muestra unos ideales mucho más nobles y románticos que algunos monstruos de 300 millones que hemos visto y que encarna los ideales piratescos de la libertad y que pone de manifiesto una vez más que ese es el eje de esta saga. La grandeza de Oda no es la última imagen, ni siquiera la redentora "muerte" (sabemos que no morirá) de Hachin pidiéndoles perdón a la banda y a Nami en especial y rogándoles que no se precipiten hacia una guerra que no podrán ganar, la grandeza de Oda radica en que a lo largo de todo el capítulo nos recuerda todos los horrores que nos había mostrado en los últimos capítulos y los intensifica un poco más. Convierte la subasta en un lugar tan horrible que casi es posible oler la mierda humana (hablemos claro) que allí se haya reunido, un olor ya insoportable y contra el que no queda otra opción que revelarse.
Camie encerrada en una pecera y después llorando de dolor al ver a un impotente Hachin desangrandose en el suelo tras intentar salvarla, el capitan pirata que antes he mencionado mordiéndose la lengua al preferir morir libre que vivir de rodillas (expresión que en esta saga es literal) e incluso Kid retirándose asqueado de lo que ve. Todos ellos resignados a que esa es la verdad del inflexible mundo. Una asquerosa puja donde seres vivos tiene precio y son subastados, donde la audencia abuchea a un pirata que prefiere morir y enloquece ante la idea de poseer una sirena para después gritar aterrorizada cuando ve un tritón. El miedo a los piratas y a los tritones (una raza fisicamente superior) cuando son libres y la burla de ellos cuando son esclavos. La clara idea del sometimiento sin razón que los mismos pujantes experimentan ante el despilfarrador noble para el cual no es dificil pensar que se frabricará dinero si así lo pide. Oda nos había mostrado todos estos elementos ya, pero en este capítulo los intensifica y los comprime hasta que caben en una sola sala. Sala cuyo hedor, como he dicho antes, casi traspasa las páginas del manga. Grande Oda, muy grande.