Segunda entrega de la trilogía "Las leyes del mar" de Robin Hobb, es una lectura muy bien construida pero también una segunda parte que adolece de un ritmo muy lento y un pobre desarrollo de la historia.
Se trata de una buena novela, pero no es una buena segunda parte, es más una prolongación de la primera parte durante la mayor parte de su extensión. Particularmente me gusta bastante la estructura clásica de la narración que divide las obras en presentación, nudo y desenlace. Creo que en las trilogías cada una de las partes ha de corresponderse en cierta manera con estas partes. En esta novela no pasa. Si bien la primera parte nos presentaba a los personajes y al particular universo en el que vivían, en esta segunda se nos presentan los verdaderos conflictos que compondrán el corazón de la saga. La construcción de cada uno de estos problemas es perfecta, pero no deja de parecerme excesivo que se hayan usado dos libros para colocar las piezas sobre el tablero y que todo se vaya a resolver en el último acto.
Esta segunda parte es mejor que su predecesora, la mayoría de los personajes ya han sido presentados y el ritmo mejora considerablemente (especialmente hacia el final). Todo lo que se intuía en la primera parte se desarrolla ahora con mayor claridad y la propia autora se nota más asentada en el mundo que ha creado y se arriesga más en las decisiones que toma. Resulta curioso como personajes que eran apenas secundarios en la primera entrega ahora adquieren un rol mucho más importante (Malta, Etta, Ambar) y se añaden algunos nuevos (Cosgo, Senilla y Reyn) para ampliar el espectro del lector y mostrarle así todas las vertientes del conflicto que se avecina. Personajes como Althea, Brash y Kennit han perdido sorprendentemente peso en la historia y se limitan a esperar hasta que la historia les vuelva a necesitar. El único personaje que podríamos considerar como protagonista en ambas novelas sería Wintrow.
El libro muestra más tramas que su predecesora; a las tensiones del Mitomar se les añaden las del propio Satrapa y las de los territorios Fluviales, asi mismo Kennit comienza a construir su imperio. La autora olvida las trampas que usó en la primera parte y nos muestra abiertamente la naturaleza del tronconjuro, así como la relación de las naos redivivas con las serpientes y los dragones. No obstante, como sucedía con el libro anterior, de nuevo he tenido la sensación de que Hobb se ha explayado mucho en algunas partes y que el libro podría haberse resuelto con quinientas páginas. El ritmo de la saga, si bien ha mejorado, sigue siendo algo irregular.
De momento la saga me esta gustando, se nota un relato terriblemente sólido y bien construido, pero igualmente pienso que habiendo leído más de mil trescientas páginas ha sucedido bastante poco.
Se trata de una buena novela, pero no es una buena segunda parte, es más una prolongación de la primera parte durante la mayor parte de su extensión. Particularmente me gusta bastante la estructura clásica de la narración que divide las obras en presentación, nudo y desenlace. Creo que en las trilogías cada una de las partes ha de corresponderse en cierta manera con estas partes. En esta novela no pasa. Si bien la primera parte nos presentaba a los personajes y al particular universo en el que vivían, en esta segunda se nos presentan los verdaderos conflictos que compondrán el corazón de la saga. La construcción de cada uno de estos problemas es perfecta, pero no deja de parecerme excesivo que se hayan usado dos libros para colocar las piezas sobre el tablero y que todo se vaya a resolver en el último acto.
Esta segunda parte es mejor que su predecesora, la mayoría de los personajes ya han sido presentados y el ritmo mejora considerablemente (especialmente hacia el final). Todo lo que se intuía en la primera parte se desarrolla ahora con mayor claridad y la propia autora se nota más asentada en el mundo que ha creado y se arriesga más en las decisiones que toma. Resulta curioso como personajes que eran apenas secundarios en la primera entrega ahora adquieren un rol mucho más importante (Malta, Etta, Ambar) y se añaden algunos nuevos (Cosgo, Senilla y Reyn) para ampliar el espectro del lector y mostrarle así todas las vertientes del conflicto que se avecina. Personajes como Althea, Brash y Kennit han perdido sorprendentemente peso en la historia y se limitan a esperar hasta que la historia les vuelva a necesitar. El único personaje que podríamos considerar como protagonista en ambas novelas sería Wintrow.
El libro muestra más tramas que su predecesora; a las tensiones del Mitomar se les añaden las del propio Satrapa y las de los territorios Fluviales, asi mismo Kennit comienza a construir su imperio. La autora olvida las trampas que usó en la primera parte y nos muestra abiertamente la naturaleza del tronconjuro, así como la relación de las naos redivivas con las serpientes y los dragones. No obstante, como sucedía con el libro anterior, de nuevo he tenido la sensación de que Hobb se ha explayado mucho en algunas partes y que el libro podría haberse resuelto con quinientas páginas. El ritmo de la saga, si bien ha mejorado, sigue siendo algo irregular.
De momento la saga me esta gustando, se nota un relato terriblemente sólido y bien construido, pero igualmente pienso que habiendo leído más de mil trescientas páginas ha sucedido bastante poco.
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