No será hasta dentro de muchos años cuando valore en su correcta magnitud el concierto que viví ayer. Porque ayer, en Benidorn, pude asistir a un concierto de Bruce Springsteen, y eso significa haber presenciado en directo a una de las figuras musicales de los últimos 40 años, a un verdadero icono de la cultura popular de nuestros tiempos, y... por encima de todo, a un músico monstruosamente grande.
Unas cinco largas horas de cola que valieron -y mucho- la pena. En parte por un fallo de la organización, pues los primeros en llegar pudimos colarnos en la zona VIP a pesar de tener entradas de pista. Eso a la postre significó estar en la quinta o sexta línea del concierto o, dicho de otra manera, poder ver perfectamente a Bruce y compañía.
Springsteen no necesita teloneros, le basta con comenzar el concierto con "Badlands" para tener a todo el público entregado desde el primer momento. Después de esa canción, la friolera de tres horas de concierto cuasi ininterrumpido. Para mi gusto el tracklist no fue el mejor posible, no toco "The river" ni "Born in the USA" (aunque esta no suele tocarla), ni tampoco "Murder incorporated" o "Because the night" (que si ha tocado en otros conciertos), pero lo cierto es que este hombre podría estar tocando seis horas y aún le faltarían clásicos por interpretar. Y sólo con escuchar auténticos temazos como "Born tu run", "Hungry Heart", "Radio Nowhere" o "Dancing in the dark" puede llevar -y llevó- al público a la locura. Y, curiosamente, para mi gusto la mejor canción de todas no fue otra que "Outlaw Pete", una maravilla de su último disco (del que apenas tocó esta canción y la que le da título), compleja y larga pero terriblemente "sentida" e interpretable por el público.
Y por último comentar quizás lo más impresionante de todo, y es la devoción y tablas de Springsteen. Con casi sesenta años ya, el de Jersey se marcó tres horas de concierto en las que no descansó un sólo momento, e incluso cuando acababa una canción iba corriendo a cambiar de guitarra y regresa corriendo hasta el micrófono para soltar el más tradicional "one, two, three, four...". Su pobre castellano leído le limitó bastante como showman, pero donde las palabras no llegaban lo hacía la mímica y ahí el cantante se me descubrió como un actor de comedia muy entregado a su público. Había también numerosas pasarelas y no dejaba de bajar hacia ellas para interactuar con el público (publico al que le dejaba tocarle a él y a su guitarra, y que en ocasiones era excesivamente empalagoso). Springsteen no tiene que hacer esto. Es un hombre con una edad bastante avanzada y, sobre todo, es un dios en el panteón musical actual (quizás el más grande ahora que Jackson se ha ido), y sin él (y en menor medida su banda) mostraron una profesionalidad impresionantes para regalarnos a todos los presentes un recuerdo para toda la vida.
Unas cinco largas horas de cola que valieron -y mucho- la pena. En parte por un fallo de la organización, pues los primeros en llegar pudimos colarnos en la zona VIP a pesar de tener entradas de pista. Eso a la postre significó estar en la quinta o sexta línea del concierto o, dicho de otra manera, poder ver perfectamente a Bruce y compañía.
Springsteen no necesita teloneros, le basta con comenzar el concierto con "Badlands" para tener a todo el público entregado desde el primer momento. Después de esa canción, la friolera de tres horas de concierto cuasi ininterrumpido. Para mi gusto el tracklist no fue el mejor posible, no toco "The river" ni "Born in the USA" (aunque esta no suele tocarla), ni tampoco "Murder incorporated" o "Because the night" (que si ha tocado en otros conciertos), pero lo cierto es que este hombre podría estar tocando seis horas y aún le faltarían clásicos por interpretar. Y sólo con escuchar auténticos temazos como "Born tu run", "Hungry Heart", "Radio Nowhere" o "Dancing in the dark" puede llevar -y llevó- al público a la locura. Y, curiosamente, para mi gusto la mejor canción de todas no fue otra que "Outlaw Pete", una maravilla de su último disco (del que apenas tocó esta canción y la que le da título), compleja y larga pero terriblemente "sentida" e interpretable por el público.
Y por último comentar quizás lo más impresionante de todo, y es la devoción y tablas de Springsteen. Con casi sesenta años ya, el de Jersey se marcó tres horas de concierto en las que no descansó un sólo momento, e incluso cuando acababa una canción iba corriendo a cambiar de guitarra y regresa corriendo hasta el micrófono para soltar el más tradicional "one, two, three, four...". Su pobre castellano leído le limitó bastante como showman, pero donde las palabras no llegaban lo hacía la mímica y ahí el cantante se me descubrió como un actor de comedia muy entregado a su público. Había también numerosas pasarelas y no dejaba de bajar hacia ellas para interactuar con el público (publico al que le dejaba tocarle a él y a su guitarra, y que en ocasiones era excesivamente empalagoso). Springsteen no tiene que hacer esto. Es un hombre con una edad bastante avanzada y, sobre todo, es un dios en el panteón musical actual (quizás el más grande ahora que Jackson se ha ido), y sin él (y en menor medida su banda) mostraron una profesionalidad impresionantes para regalarnos a todos los presentes un recuerdo para toda la vida.
3 comentarios:
Qué envidia me das, me alegro que fuera bien el concierto.
El Boss es ahora mismo toda una leyenda de la música.
¬¬
Te odio...
Je je je
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