El bajista suele ser el quinto miembro de las bandas. A pesar de ser indudablemente importante, su sónido bajo no es tan fácil de apreciar como en otros géneros y normalmente su protagonismo queda muy relagado salvo en contadas ocasiones en las que el bajista es además el líder del grupo (el ejemplo más obvio sería el gran Steve Harris de Maiden). No obstante, es un instrumento fundamental y uno de los grandes pilares del heavy en sus albores. Este disco es un excelente tributo a este instrumento.
Markus Grosskopf no sólo es el eterno bajista de Helloween, es también uno de los mejores bajistas del panoráma del metal y ha buscado un poco de reconocimiento para su instrumento. Así pues, el gamberro alemán se puesto en contacto con otros bajistas (Peavy de Rage, Schmier de Destruction y Angelripper de Sodom) y juntos han creado este album. Un album de heavy como cualquier otro pero con una particularidad: no hay guitarras. Las cuerdas de las 14 canciones que componen este trabajo son enteramente de bajos (algunas veces afinados con tonos más agudos a fin de imitar a las guitarras). Estos cuatro monstruos de las cuatro cuerdas han conseguido también la colaboración de muchos colegas de instrumentos (algunos tan míticos como Billy Sheehan o Rudy Sarzo) y todos ellos -junto a Apollo Papathanasio, cantante de Firewind- han engendrado este tribujo al bajo. La variedad de estilos y de sónidos que consigen con este instrumento esta muy lejos del habitual "pam pam pam" y es toda una reivindicación de este instrumento.
"Bassinvaders" merecería ya ser escuchado por lo particular de su concepción y lo interesante de su resultado, pero es que más allá de ser una obra cuasi onanista como podíamos pensar es un excelente disco. El disco no esta pensado como una sucesión de solos de bajo o como un trabajo conceptual, es un disco puro y duro de heavy en el que además del bajo encontramos unas canciones muy interesantes y trabajadas.
Si dejamos a un lado la particularidad del bajo, lo siguiente que llama la atención de este disco y lo hace sumamente apetecible es su increible variedad. Hay muchos compositores en el disco y cada uno adopta la filosofía del trabajo y la lleva a su género predilecto, conformando todo ello un conjunto terriblemente diverso. Aquí, naturalmente, ya entran en escena los gustos de cada uno de los oyentes y yo particularmente tengo algunas canciones que me gustan más que otras pero lo que es indudable es la calidad de todas ellas. "Armageddon" es dura, trash-metal al que la ausencia de sonidos agudos le confiere una fuerza prodigiosa; "Goodles god" directamente avanza un poco más en esa dirección. "The asshole song", "Razorblade Romance" y "Voices" son canciones influenciadas claramente por lo que era el heavy en los setenta, lentas, sobrias y dotadas de una fuerza espectacular. "Romance in black" y "Far too late" son sencillamente Rage en esta puro. Y finalmente tenemos "We live" , "Empty memories" y "Boiling blood" que son sencillamente divertido y frenético power-metal con la marca de los mejores Helloween. El disco finaliza como todos querríamos, con una versión del tema de Helloween más celebrado para Markus, la mítica "Eagle fly free" con ese inolvidable sólo de bajo que ahora es enteramente adaptada para este instrumento.
Es un disco raro, muy raro. Su primera escucha desconcierta por lo particular de su sonido, pero una vez nos acostumbramos a él nos encontramos con un disco muy variado en el sentido más agradecido de la palabra. Porque, independientemente de ser un proyecto anectódico y curioso o una reivindicación del instrumentos con constantes solos y demostraciones de virtuasismo, este disco es, por encima de todo, un buen disco de Heavy-metal.
Markus Grosskopf no sólo es el eterno bajista de Helloween, es también uno de los mejores bajistas del panoráma del metal y ha buscado un poco de reconocimiento para su instrumento. Así pues, el gamberro alemán se puesto en contacto con otros bajistas (Peavy de Rage, Schmier de Destruction y Angelripper de Sodom) y juntos han creado este album. Un album de heavy como cualquier otro pero con una particularidad: no hay guitarras. Las cuerdas de las 14 canciones que componen este trabajo son enteramente de bajos (algunas veces afinados con tonos más agudos a fin de imitar a las guitarras). Estos cuatro monstruos de las cuatro cuerdas han conseguido también la colaboración de muchos colegas de instrumentos (algunos tan míticos como Billy Sheehan o Rudy Sarzo) y todos ellos -junto a Apollo Papathanasio, cantante de Firewind- han engendrado este tribujo al bajo. La variedad de estilos y de sónidos que consigen con este instrumento esta muy lejos del habitual "pam pam pam" y es toda una reivindicación de este instrumento.
"Bassinvaders" merecería ya ser escuchado por lo particular de su concepción y lo interesante de su resultado, pero es que más allá de ser una obra cuasi onanista como podíamos pensar es un excelente disco. El disco no esta pensado como una sucesión de solos de bajo o como un trabajo conceptual, es un disco puro y duro de heavy en el que además del bajo encontramos unas canciones muy interesantes y trabajadas.
Si dejamos a un lado la particularidad del bajo, lo siguiente que llama la atención de este disco y lo hace sumamente apetecible es su increible variedad. Hay muchos compositores en el disco y cada uno adopta la filosofía del trabajo y la lleva a su género predilecto, conformando todo ello un conjunto terriblemente diverso. Aquí, naturalmente, ya entran en escena los gustos de cada uno de los oyentes y yo particularmente tengo algunas canciones que me gustan más que otras pero lo que es indudable es la calidad de todas ellas. "Armageddon" es dura, trash-metal al que la ausencia de sonidos agudos le confiere una fuerza prodigiosa; "Goodles god" directamente avanza un poco más en esa dirección. "The asshole song", "Razorblade Romance" y "Voices" son canciones influenciadas claramente por lo que era el heavy en los setenta, lentas, sobrias y dotadas de una fuerza espectacular. "Romance in black" y "Far too late" son sencillamente Rage en esta puro. Y finalmente tenemos "We live" , "Empty memories" y "Boiling blood" que son sencillamente divertido y frenético power-metal con la marca de los mejores Helloween. El disco finaliza como todos querríamos, con una versión del tema de Helloween más celebrado para Markus, la mítica "Eagle fly free" con ese inolvidable sólo de bajo que ahora es enteramente adaptada para este instrumento.
Es un disco raro, muy raro. Su primera escucha desconcierta por lo particular de su sonido, pero una vez nos acostumbramos a él nos encontramos con un disco muy variado en el sentido más agradecido de la palabra. Porque, independientemente de ser un proyecto anectódico y curioso o una reivindicación del instrumentos con constantes solos y demostraciones de virtuasismo, este disco es, por encima de todo, un buen disco de Heavy-metal.
2 comentarios:
Te decides a escucharlo por curiosidad. Y te encuentras frente a un disco de notable heavy metal, con algun que otro momento memorable.
A mi los bajos me gustan. Por ello este proyecto me causó verdadero interés al conocerlo. Y quedé satisfecho al ver que no solo era un proyecto más. Sinó un proyecto bien hecho.
Y es que si muchos bajos ejercieran una mayor autoridad frente a las guitarras, como sonarian de increíbles algunos discos.
Yo lo escuche en ese plan. Dices "vamos a ver la rareza esta..." y luego es un discazo. El sónido es, naturalmente, extraño pero una vez lo has escuchado un par de veces te engancha de sobremanera.
Y con respecto al peso de los bajos... bueno, por desgracia depende casi siempre de que el bajista sea el compositor principal. Ahi tenemos el claro ejemplo de Iron Maiden. Luego ya, dependiendo del género, tiene más peso (como sabes subí una reseña del último de Edguy, no está de mal recordar que este grupo al principio ni siquiera tenía bajo y era el propio Tobias el que lo "simulaba" con su teclado)
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