No me gustan ni las películas ni los libros de miedo, pero con los videojuegos soy algo más tolerante, o eso creía. La razón es simple, no había jugado ningún videojuego de terror. "Resident Evil" esta muy lejos de ser un juego de miedo si exceptuamos algún que otro susto puntual, y aquí resultaba más eficaz el inquietante "Eternal Darkness". Restringido por mi condición de nintendero y por la imposibilidad de comprarme varias consolas, no había probado clásicos como "Forbiden Siren" o "Silent Hill". Sucedió, no obstante, que se anunció la cuarta entrega del prestigiosa "Fatal Frame" para mi pequeña Wii y teniendo por buen amigo a Setzer, auténtico fan de la serie, este se ha cansado de recomendarmela. Se lo agradezco, y le agradezco más aún que me haya permitido descubrir la serie gracias a su segundo episodio. Agradecimientos relativos, por supuesto, porque he pasado un fin de semana muy malo entre mansiones japonesas y hordas de gemelos.
Comenzemos a hablar del juego. La historia es relativamente simple, un par de hermanas se pierden y acaban encontrando un pueblo maldito. Este pueblo está construido sobre una puerta al infierno, puerta que se ha mantenido cerrada durante generaciones mediante una sangrienta ceremonia. No obstante, algo salió mal y el pueblo se encuentra ahora en una extraña noche perpetua en la que sus habitantes reviven una y otra vez sus muertes. Pronto las dos protagonistas se veran envueltas en esa espiral de locura y tendrán que intentar salir de alguna forma mientras hacen frente a hordas de fantasmas con no más ayuda que una cámara fotográfica con poder para exhorcitarlos. No soy un gran seguidor de los juegos con historia pero aquí es obviamente inevitable para conseguir ambiente y esta francamente bien conseguida. Es un acierto que se juegue de sobremanera con la ambigüedad narrativa que vemos en las películas de terror asíaticas y que las historias se nos describan mediante vagas notas que van dándonos poco a poco retazos de las tragedias que han ocurrido en el pueblo a lo largo de los años.
El siguiente punto del que hablaré es la impresionante factura técnica del juego. Evidentemente existe una notable trampa que es el presentar escenarios muy pequeños y el usar una cámara fija que el jugador no puede controlar, pero eso se ha visto en muchos otros juegos y en pocos se aprecia una calidad tan alta como la de este título. Los modelados de las protagonistas son excelentes, y los fantasmas están construidos con unos efectos que logran darles tridimensionalidad sin perder su transparencia. Además, aunque sea obvio, la potencia no sirve de nada si no hay una buena dirección artística, y aquí al más que notable trabajo gráfico llevado a cabo por los programadores de Tecmo se le une un diseño de escenarios sencillamente perfecto. Casas abandonadas con todos los elementos típicos de las grandes mansiones japonesas y de la cultura nipona más tradicional, juegos de luces casi tan inquietantes y agobiantes como algunos de los rebuscados angulos de cámara. El sónido, además, está a una gran altura con unos efectos sonoros escalofriantes y una ausencia de música casi total.
Pero lo más importante de este juego son las sensaciones que transmite. El agobio y la opresión que transmite al jugador, la sensación de estar jugando una pesadilla eterne e interminable. La inquietud de no saber que se encontrara al doblar una esquina. El saber que ninguna pared te cubrirá las espaldas y que siempre estarás a merced de tus enemigos. El tener enfrente fantasmas y no poder hacerles frente con nada más que una -aparentemente- inofensiva cámara de fotos.
Los enfrentamientos en el juego son pocos, no nos encontramos contra hordas de fantasmas a los que hay que flashear una y otra vez como si fuera aquel primerizo episodio de los Simpsons en el que la familia visitaba "Rasca y Pica landia". Pocos fantasmas que aparecen en los lugares más inesperados (y lugares de los que esperariamos verlos surgir y de los que nunca llegan a aparecer). El juego juega con nuestros miedos más profundos e intimos y explota también toda la cultura japonesa y sus máximos clichés terroríficos (niños que corren, muñecas de porcelana, ahogadas, monjes, pozos cuyo fondo no se ve, estatuas inquietantes, cementerios, siniestros altares). No hay casa ni pasillo que sea seguro aunque lo recorras por octava vez y el juego siempre nos sorprendera con enemigos aleatorios o terríficos sucesos que se repiten una y otra vez como una mujer que se precipita del vacío o un niño que se asoma una ventana.
La progresión del juego es además sobervia, pues a lo largo de los nueve capítulos que lo conforman se suceden infinidad de situaciones de lo mas variadas que van desde tener que afrontar un capítulo a oscuras a quedarnos sin nuestro arma principal justo ante uno de los enemigos más poderosos todos.
Decir que este juego es inquietante es quedarse corto. Es un juego de miedo de verdad. Un juego que te hace disfrutar pasándolo terriblemente mal y en el que siempre desearás no tener que avanzar hacia ese oscuro pasillo en el que se oye la inocente risa de una niña.
Comenzemos a hablar del juego. La historia es relativamente simple, un par de hermanas se pierden y acaban encontrando un pueblo maldito. Este pueblo está construido sobre una puerta al infierno, puerta que se ha mantenido cerrada durante generaciones mediante una sangrienta ceremonia. No obstante, algo salió mal y el pueblo se encuentra ahora en una extraña noche perpetua en la que sus habitantes reviven una y otra vez sus muertes. Pronto las dos protagonistas se veran envueltas en esa espiral de locura y tendrán que intentar salir de alguna forma mientras hacen frente a hordas de fantasmas con no más ayuda que una cámara fotográfica con poder para exhorcitarlos. No soy un gran seguidor de los juegos con historia pero aquí es obviamente inevitable para conseguir ambiente y esta francamente bien conseguida. Es un acierto que se juegue de sobremanera con la ambigüedad narrativa que vemos en las películas de terror asíaticas y que las historias se nos describan mediante vagas notas que van dándonos poco a poco retazos de las tragedias que han ocurrido en el pueblo a lo largo de los años.
El siguiente punto del que hablaré es la impresionante factura técnica del juego. Evidentemente existe una notable trampa que es el presentar escenarios muy pequeños y el usar una cámara fija que el jugador no puede controlar, pero eso se ha visto en muchos otros juegos y en pocos se aprecia una calidad tan alta como la de este título. Los modelados de las protagonistas son excelentes, y los fantasmas están construidos con unos efectos que logran darles tridimensionalidad sin perder su transparencia. Además, aunque sea obvio, la potencia no sirve de nada si no hay una buena dirección artística, y aquí al más que notable trabajo gráfico llevado a cabo por los programadores de Tecmo se le une un diseño de escenarios sencillamente perfecto. Casas abandonadas con todos los elementos típicos de las grandes mansiones japonesas y de la cultura nipona más tradicional, juegos de luces casi tan inquietantes y agobiantes como algunos de los rebuscados angulos de cámara. El sónido, además, está a una gran altura con unos efectos sonoros escalofriantes y una ausencia de música casi total.
Pero lo más importante de este juego son las sensaciones que transmite. El agobio y la opresión que transmite al jugador, la sensación de estar jugando una pesadilla eterne e interminable. La inquietud de no saber que se encontrara al doblar una esquina. El saber que ninguna pared te cubrirá las espaldas y que siempre estarás a merced de tus enemigos. El tener enfrente fantasmas y no poder hacerles frente con nada más que una -aparentemente- inofensiva cámara de fotos.
Los enfrentamientos en el juego son pocos, no nos encontramos contra hordas de fantasmas a los que hay que flashear una y otra vez como si fuera aquel primerizo episodio de los Simpsons en el que la familia visitaba "Rasca y Pica landia". Pocos fantasmas que aparecen en los lugares más inesperados (y lugares de los que esperariamos verlos surgir y de los que nunca llegan a aparecer). El juego juega con nuestros miedos más profundos e intimos y explota también toda la cultura japonesa y sus máximos clichés terroríficos (niños que corren, muñecas de porcelana, ahogadas, monjes, pozos cuyo fondo no se ve, estatuas inquietantes, cementerios, siniestros altares). No hay casa ni pasillo que sea seguro aunque lo recorras por octava vez y el juego siempre nos sorprendera con enemigos aleatorios o terríficos sucesos que se repiten una y otra vez como una mujer que se precipita del vacío o un niño que se asoma una ventana.
La progresión del juego es además sobervia, pues a lo largo de los nueve capítulos que lo conforman se suceden infinidad de situaciones de lo mas variadas que van desde tener que afrontar un capítulo a oscuras a quedarnos sin nuestro arma principal justo ante uno de los enemigos más poderosos todos.
Decir que este juego es inquietante es quedarse corto. Es un juego de miedo de verdad. Un juego que te hace disfrutar pasándolo terriblemente mal y en el que siempre desearás no tener que avanzar hacia ese oscuro pasillo en el que se oye la inocente risa de una niña.
9 comentarios:
Yo lo jugué hace bastante, y la verdad es que me gustó mucho. Además, tenía mejor ritmo de trama que el primero.
Yo jugué un poco al primero y es un puto agobie, es totalmente distinto a un resident evil y un silent hill. Estas siempre expuesto a tus enemigos. Por eso mismo preferí que mejor estaba sin jugar que jugando pq lo pasaba mal >_<.
Quizas con el 4 lo intente de nuevo
Záresh, yo tengo curiosidad ahora por jugar al 1 y al 3 (sobre todo a este último por entremezclar las historias de las dos anteriores), aunque lo cierto es que no tengo el cuerpo ahora para volver a enfrentarme a la saga.
La historia del 1 es muy episódica, esta es tremendamente compacta.
Light, supongo que el verdadero terror es cuando no puedes enfrentarte a los enemigos... lo contrario no deja de ser acción. Es como en Resident Evil, cuando te sale un enemigo muy fuerte y no puedes luchar contra él... el problema es que aquí es constante. Y se pasa mal.
Aún recuerdo cuando estaba en una mansión, no quería pasarmela porque sabía que al final me esperaba un monstruo que odiaba (y que aún hoy me sigue pareciendo el mas chungo del juego)
A mí tampoco me gustan las pelis ni ls libros de miedo. Y bueno, los videojuegos de este tema también me dan pavor aunque en el fondo me divierto un poco (bueno, un poquitín).Tengo que jugar con alguien al lado sino tengo más miedo. :/
Los Resident Evil son los mejores. A este juego que comentas no he jugado. Aunque la portada da cague.
Interesantísima y completa entrada. Siempre digo que jugaré a esta saga y nunca me animo, creo que ya va siendo hora que me ponga a ello.
Mª del Mar, yo el problema que tengo es una imaginación desbordante y una paranoia más que considerable... luego le doy muchas vueltas a las historias de miedo y me monto yo mismo películas tales que por las noches o cuando estoy sólo me mosquea cualquier sombra.
No obstante... los resident no son de miedo. Es acción con sustos, sobre todo los últimos. Los primeros juegos si podían considerarse más de terror, pero los ultimos han degenerado mucho. Pero esta saga es terror continuo. Se pasa realmente mal en algunos momentos. Todavía se la tengo guardada a mi amigo por decirme "mira por la ventana" (ese susto es inolvidable.. para mal)
daicon-X, yo me he animado por las multiples recomendaciones de mi amigo y por la salida de la cuarta entrega para la Wii (que ya es raro que Nintendo vaya robando exclusividades), y la verdad es que me encontrado con una saga de videojuegos fascinante.
No he jugado a este juego, pero algún dia lo haré, ya que me encanta el género de survival horror. En su día empezamos a jugar al Forbiden siren pero era demasiado difícil, así que nunca avanzamos, espero retomarlo pronto :/
Forbiden siren tiene fama de eso, de ser un infierno de dificultad. Amen de tener que enfrentarte a zombis aterrorizantes y hacerlo casi sin armas.
El terror de Project Zero es sobre todo psicológico... y quizás por ello acojonante de verdad
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