El pajaro del Sur tiene familia. Dedalus -el calamar que quiso volar- reaparece. Se rebela que fue Hodi quien consiguió las primeras pastillas y Zeo quien a partir de estas comenzó a fabricarlas en serie (y en internet se maneja la muy plausible e interesante teoría de que las pastillas sean -o deriven- de la caja de Urashima), lo cual parece alejar a Big Mom de esta trama. La sencilla promesa de Luffy de proteger la isla con una imagen de todos los nakamas -y el nuevo integrante de portadas Jimbe- me recuerda esa viñeta muchas veces mostrada de Barbablanca declarando que la isla estaba bajo su protección. En la última escena Luffy se marca un espectacular homenaje a Ace con la segunda técnica "post-salto". Pero todo ello me parece casi secundario. Lo interesante de este capítulo, de esta saga, es como Oda ha conseguido desarrollar un argumento tan complicado como el racismo.
El racismo siempre ha existido, lo sabemos. El miedo a lo desconocido, el desprecio a lo diferente... son rasgos casi inherentes a la condición humana. Pero en el manga, en los shonnen en concreto, es algo que se prodiga muy poco. Es este un tema demasiado complejo y demasiado sensible. En un género donde el ritmo es brutal y donde además se priorizan aspectos como el humor, la acción e incluso el echii antes que la cohesión y la coherencia de la trama, es normal que pocos autores se hayan atrevido a intentar llevar a cabo tal empresa. No Oda. Oda sabe que no escribirá nada más después de One Piece, que Luffy le llevará muchos años de su vida y que posteriormente la sombra de este será tan grande que engulliría cualquier proyecto que quisiera emprender. Oda vuelca en esta serie toda idea o inquietud que pasa por su cabeza, y es un artista inquieto... no es un mangaka que unicamente quiere dibujar escenas molonas, es un escritor que quiere reflejar en sus obras su opinión sobre los temas universales, es una persona que quiere ver reflejado en su hijo su propia alma. En Arabasta vimos una guerra civil. En Skypea, una lucha por la desconolozicación. En Water 7, el punto de mira fue el oscurantismo de los gobiernos. En Shabody, la esclavitud. Ahora en la isla submarina el racismo, tema siempre latente en la serie desde Arlong Park, ha estallado definitivamente.
El racismo siempre ha existido, lo sabemos. El miedo a lo desconocido, el desprecio a lo diferente... son rasgos casi inherentes a la condición humana. Pero en el manga, en los shonnen en concreto, es algo que se prodiga muy poco. Es este un tema demasiado complejo y demasiado sensible. En un género donde el ritmo es brutal y donde además se priorizan aspectos como el humor, la acción e incluso el echii antes que la cohesión y la coherencia de la trama, es normal que pocos autores se hayan atrevido a intentar llevar a cabo tal empresa. No Oda. Oda sabe que no escribirá nada más después de One Piece, que Luffy le llevará muchos años de su vida y que posteriormente la sombra de este será tan grande que engulliría cualquier proyecto que quisiera emprender. Oda vuelca en esta serie toda idea o inquietud que pasa por su cabeza, y es un artista inquieto... no es un mangaka que unicamente quiere dibujar escenas molonas, es un escritor que quiere reflejar en sus obras su opinión sobre los temas universales, es una persona que quiere ver reflejado en su hijo su propia alma. En Arabasta vimos una guerra civil. En Skypea, una lucha por la desconolozicación. En Water 7, el punto de mira fue el oscurantismo de los gobiernos. En Shabody, la esclavitud. Ahora en la isla submarina el racismo, tema siempre latente en la serie desde Arlong Park, ha estallado definitivamente.
Y creo que Oda lo ha hecho francamente bien. No ha caido en el victimismo típico de estas historias y nos presenta a unos oprimidos racistas... y al ser Luffy y cía unos agentes externos al conflicto de la isla la pluma de Oda lo puede tratar todo con una simpleza estremecedora. Es la fuerza de Luffy la que ha despojado a Hodi de sus forzados razonamientos y lo ha reducido a una mera mole amorfa de odio. Es la simple indiferencia de Luffy la que ha hecho que Fukaboshi se haya tenido que hacer preguntas tan simples y terribles como "¿hemos hecho todo lo que hemos podido? ¿hemos perdonado a la humanidad?".
Porque este capítulo es una pequeña joya que retrata muy bien algo tan terrible como el racismo.
¿Hay motivos para el racismo? No. El racismo no es otra cosa que miedo a lo distinto con años y años de rencor acumulado. Cuando Cortés y sus simpáticos amigos masacraron Sudamerica no odiaban a los nativos... ni siquiera los consideraban humanos como ellos (pido disculpas desde ya a cualquier lector del blog que pueda sentirse ofendido de alguna forma por este comentario, no es ningún caso mi intención). Algo parecido sucedió con la conquista del oeste, o con la colonización de Africa. Aquellos conflictos eran masacres injustificadas e inhumanas, pero no estaban movidas por el racismo. Oda dibuja el racismo como odio heredado, como la antítesis de esa "voluntad de D" que Roger y Barbablanca anunciaron, y me parece una definición verdaderamente acertada.
Y a pesar de que la escena de "purga de donantes" es estremecedoramente genial con esas reminiscencias a la Louissiana de los tiempos del Ku-Klux-Klan, creo que la comparación más evidente de este capítulo es con Hitler.
Porque este capítulo es una pequeña joya que retrata muy bien algo tan terrible como el racismo.
¿Hay motivos para el racismo? No. El racismo no es otra cosa que miedo a lo distinto con años y años de rencor acumulado. Cuando Cortés y sus simpáticos amigos masacraron Sudamerica no odiaban a los nativos... ni siquiera los consideraban humanos como ellos (pido disculpas desde ya a cualquier lector del blog que pueda sentirse ofendido de alguna forma por este comentario, no es ningún caso mi intención). Algo parecido sucedió con la conquista del oeste, o con la colonización de Africa. Aquellos conflictos eran masacres injustificadas e inhumanas, pero no estaban movidas por el racismo. Oda dibuja el racismo como odio heredado, como la antítesis de esa "voluntad de D" que Roger y Barbablanca anunciaron, y me parece una definición verdaderamente acertada.
Y a pesar de que la escena de "purga de donantes" es estremecedoramente genial con esas reminiscencias a la Louissiana de los tiempos del Ku-Klux-Klan, creo que la comparación más evidente de este capítulo es con Hitler.
En 1936 Hitler cargaba contra los judios y denunciaba como estos gobernaban los mercados económicos. ¿Estaba dominado por el odio? Bueno, no formaba parte de la clase política de la Alemania de aquellos años, así que no conocí en su día a Hitler y no puedo decirlo a ciencia cierta... pero me atrevería a decir que si, que algo de odio si que tendría acumulado en su interior... no obstante algo de su razón tenía. Y ese es el principal problema del racismo... que encuentra excusas facilmente. Es muy cómodo y fácil odiar las ofrendas de otros, es muy fácil incluso generalizarlas sin darse cuenta de que se está siendo racista. Naturalmente nadie puede ignorar lo que pasó en los campos de concentración de Polonia o Alemania a principios de los 40... pero igualmente fue muy fácil para los dirigentes del mundo en los 30 "mirar hacia otro lado" mientras las SS afilaban sus cuchillos largos y las imprentas alemanas se desgastaban para que todo buen germano tuviera su ejemplar de "Mein Kampf" como si de la Biblia se tratara. Ese mirar hacia otro lado, esa negación de la verdad, ese querer ignorar aquello que es difícil de afrontar, lo vemos en este capítulo en ese estremecedor momento en el que Fukaboshi encomienda entre lágrimas el futuro de la isla a Luffy. Esa escena que en su momento parecía tan forzada de Shirahoshi guardando el secreto de que fue Hodi quien mató a Otohime es ahora la que reafirma el rol de esta como la única y verdadera sucesora de Otohime. Fukaboshi, como sus hermanos, es un paso adelante con respecto a su padre o a Fisher Tiger, pero aún así es un personaje que no ha podido sobreponerse a su odio a los humanos. Pero el odio que se permita que exista en otros no deja de ser el de uno mismo. El odio que no se extirpa es alimentado por esa desidia. Y el odio al final explota, y en su máxima expresión queda reducido a lo que realmente es: nada. Y uno se da cuenta entonces del error que ha cometido y de la gravedad de este.
Qué los hombres-pez tenían motivos para odiar a los humanos es cierto, pero también tenían motivos para perdonarlos. Racismo es cuando Hodi abandona a Hatchi porque no quiere oir nada bueno de un humano, mientras escucha con satisfacción la historia de odio de Arlong o celebra que alguién ha muerto matando en lugar de lamentar su muerte. El racismo consiste en eso, cuando el odio se convierte en un motivo mismo que no necesita explicación y que lo justifica todo, cuando el racista está tan convencido de lo correcto de su odio, de lo injusto de la vida, que cree que verdaderamente no sólo no hay nada malo en odiar sino que de hecho lo erroneo es lo contrario.
Qué los hombres-pez tenían motivos para odiar a los humanos es cierto, pero también tenían motivos para perdonarlos. Racismo es cuando Hodi abandona a Hatchi porque no quiere oir nada bueno de un humano, mientras escucha con satisfacción la historia de odio de Arlong o celebra que alguién ha muerto matando en lugar de lamentar su muerte. El racismo consiste en eso, cuando el odio se convierte en un motivo mismo que no necesita explicación y que lo justifica todo, cuando el racista está tan convencido de lo correcto de su odio, de lo injusto de la vida, que cree que verdaderamente no sólo no hay nada malo en odiar sino que de hecho lo erroneo es lo contrario.