The legend of Zelda: Breath of the wild
Larga ha sido la espera, tanto que -para convertirse en el buque insignia del lanzamiento de Switch- no ha llegado a tiempo para el 30º aniversario de la saga. Pero al fin ha llegado el siguiente gran juego de Zelda, la saga más prestigiosa de Nintendo, y la espera desde luego ha merecido la pena. Zelda regresa, y lo hace con un juego monumental.
"Breath of the wild" no me parece el mejor juego de la historia, ni siquiera me parece el mejor juego de la saga Zelda, y quizás tampoco lo sea de esa extinta consola llamada WiiU en la que lo he jugado. Pero es un grandísimo juego y, por encima de todo, es un juego distinto. Y si hay algo que me gusta y valoro en un Zelda es que no se sienta un plagio de un juego icónico de la franquicia. Este juego desde luego no lo es, y de hecho es tan identificable que pondrá en serios apuros a cualquier juego que intente seguir sus dinámicas de juego. Este Zelda renuncia a items y mazmorras, renuncia a la estructura lineal clásica de la franquicia y por renunciar renuncia prácticamente hasta de la Trifuerza y se acuerda de la Espada Maestra casi de milagro. Este Zelda reinventa por completo la saga, convirtiéndola en un gigantesco juego de mundo abierto donde la exploración prima por encima de todo y donde la minimalista historia es algo secundario ante la diversión de explorar Hyrule y probar las mil y una posibilidades de interacción que este ofrece.
El mundo de Hyrule
El corazón de este Zelda, claro está, es la exploración. Este Zelda en verdad no es otra cosa que un gigantesco juego de exploración y supervivencia en un Hyrule inmenso. La historia no importa mucho en verdad, el juego nos presenta -y nos da absoluta libertad para explorarlo desde el primer instante- un mundo repleto de montañas que escalar, valles sobre los que planear, bosques en los que perdernos, desiertos que atravesar o rios que cruzar. Puede llevarnos media hora cruzar el mapa de arriba a abajo y otro tanto de este a oeste, y aunque tenemos caballos para facilitar la tarea y unos 130 puntos de teletransporte, la extensión de este mundo es obviamente gigantesca y aún cuando llevemos un centenar de horas explorándolo llegaremos a una zona a la que aún no habíamos puesto nombre en el mapa. Y cada ubicación del mapa suele ser distinta, las hay mejores y peores, las hay más variadas o más monótonas, las hay más desérticas o más llenas de vida, las hay más simples o las hay más detalladas, pero la variedad y la sensación de que no hay nada repetitivo es increible. Hay mil y un secretos repartidos por Hyrule, y a cada paso encontraremos algún pequeño detalle que nos llamará la atención y que nos hará preguntarnos que pasará si hacemos tal cosa o tal otra. La interacción con el medio es el gran mérito del diseño de este juego, con nuestro equipo y nuestras habilidades -disponibles prácticamente desde el primer momento- podemos interaccionar con cualquier elemento del entorno, y ese reaccionará de una forma lógica y consecuente, y esta interacción dará paso a otra, y conforme progresemos en el juego descubriremos más formas de interaccionar con el medio y más posibilidades para descubrir secretos aunque estos sean un mera semilla de kolog. Naturalmente también podemos interactuar de una forma "no lógica", descubriendo entonces combinaciones muy locas y divertidas que nos muestran que cualquier objetivo -incluso los puzles aparentemente más rígidos- puede ser conseguido en el juego de varias formas. También señalar que este no es un juego de minería y que no podemos modificar el mapeado base, y las opciones de interacción se limitan en los pueblos... es un juego muy libre, pero no podemos hacer un canal desde la Montaña de la Muerte a Kakariko para asolar esta con un torrente de flujo piroplástico.
El mundo, en mi opinión, es un poco grande de más. Está exquisitamente relleno y el diseño de cada zona es en general impecable, con mil y una variaciones que hacen de este un mundo en el que uno se pierde... pero se pierde, es tan grande y tan basto que avasalla, y eso creo que se traduce en el hecho de que el título es muy poco rejugable. El juego es fascinante, Hyrule te atrapa y es increible ir descubriéndolo poco a poco, llegar a nuevas zonas y fascinarte con las vistas y las posibilidades jugables que ofrece, pero también resulta agotador y una vez finalizado el mundo y descubiertos muchos de sus secretos no incita mucho a ser rejugado a no ser que los contenidos descargables ya anunciados cambien mucho la experiencia de juego.
En cuanto a puzles habría que decir que el mundo en si es una gigantesca sucesión de puzles, aunque el desafío siempre es encontrar una nueva zona y el juego no es tan explicito en este sentido como podía serlo Skyward Sword. Hay puzles propiamente dichos en forma de santuarios y bestias; los primeros son pequeñas pruebas que suelen poner a prueba nuestra habilidad bajo un concepto explícito (puede ser una batalla, un puzle concreto o incluso en ocasiones el encontrar el santuario en si), y los segundos serían las mazmorras tradicionales de la saga, sólo hay cuatro de ellas y tienen alguna buena idea jugable pero en líneas generales se hacen cortos y escasos.
Técnicamente el juego lleva la WiiU al límite, con su desmesurado tamaño y su ausencia de tiempos de carga entra las regiones (señalar aquí también que la carga del juego es sorprendentemente rápida habida cuenta de su envergadura). El juego usa algún truco en forma de niebla, y quizás abusa de la lluvia en alguna región, pero en general no tiene problemas para mover el mundo y sólo he notado ralentizaciones en los enfrentamientos contra un tipo concreto de enemigos no sé muy bien porque.
El diseño artístico, con una clara influencia del anime visible desde aquel primer trailer a lo princesa Mononoke, es sobresaliente y demuestra aquello de que con talento se puede compensar la falta de potencia de una consola. El Hyrule de este juego es, sencillamente, increíblemente bello a pesar de la desolación que impregna cada uno de sus escenarios.
En el apartado musical si podrían encontrarse más pegas, aunque esto dependería un poco de los gustos del jugador. Salvó en algún enfrentamiento con jefes y momento muy concreto, la banda sonora es extremadamente minimalista o brilla directamente por su ausencia. Un par de acordes de piano y el ruido de las bestias componen una banda sonora completamente ambiental durante la mayor parte del juego, algo que no deja de ser lógico teniendo en cuenta la dirección escogida para el juego. El juego incluye también voces por primera vez en la franquicia más allá de las frases puntuales del acompañante, y al menos el doblaje español me ha parecido bastante decente.
El portador de la Espada Maestra
Sin duda uno de los elementos que más ha cambiado en este juego es el sistema de batalla, evolucionando hacía un sistema mucho más libre. Mientras que en los anteriores Zelda las batallas eran más como puzles (especialmente en el caso de los jefes), en esta entrega se ha optado por un sistema más convencional de barras de energía. La batalla gira en torno a las espadas en su distintas variantes (las normales, que te permiten usar el escudo; las pesadas y los martillos o hachas; y las lanzas) y los arcos; disponemos también de bombas y para todas las armas suele haber variaciones "elementales". El Z-targeting imperante desde el Ocarina sigue estando presente, aunque -creo que premeditadamente- funciona de una forma bastante torpe y deficiente que dificulta los combates.
Las armas se desgastan y la munición escasea, con lo que hay que saber muy bien esquivar batallas... pues además un grupo de enemigos con arqueros puede liquidarnos en cualquier momento con más facilidad que un jefe. En el juego prima el esquivar para activar una especie de "tiempo-bala", el devolver los golpes con el escudo, el pillar a los enemigos por sorpresa o el usar el entorno para acabar con ellos.
Particularmente echo en falta algunos de los items clásicos de la saga como el boomerang, que aquí funciona de una forma bastante extraña y complicada al tener que lanzarlo y después recogerlo, pero también es cierto que muchas de las armas clásicas están enmascaradas bajo alguna versión de los cetros u otras de las armas. El sistema de batalla es muy espectacular y da lugar a grandes batallas cuando se sabe aprovechar el medio, recuperando además también un poco de la dificultad original de la franquicia en sus entregas 2D, sin embargo a un Zelda no le pido especialmente batallas y este está cerca de querer convertirse en un beat´em´up ligero, con un control bastante poco ágil que usa demasiados botones. El control del juego es bastante complejo, o poco intuitivo para lo habitual en un juego de Nintendo. Es natural en un juego de esta magnitud y posibilidades, pero no deja de ser un punto en contra del juego, y también algo curioso habida cuenta de la obsesión de Nintendo por hacer juegos accesibles. Este juego en su control no es especialmente accesible, y ello junto a su elevada dificultad inicial lo hace un juego sorprendentemente poco accesible (aunque esta dificultad hace al mismo tiempo que los avances se sientan más gratificantes).
El aumento de la dificultad me gusta, es una gozada que un par de bokoblings sean una amenaza considerable, pero esta dificultad es algo irregular y es algo extraño que los primeros enemigos puedan resultar más desafiantes y complicados que unos jefes finales contra los que básicamente sólo hay que disparar flechas y poco más. La dificultad no termina de estar bien balanceado, como los juegos clásicos, la curva de dificultad es especialmente alta al principio, cuando tenemos peor equipamiento y no hemos terminado de aprender a controlar al personaje. Conforme avanza el juego es notable la sensación de progreso en el manejo de Link, y con armas y corazones lo hacemos más poderoso, y ello se refleja en nuestro dominio del medio. Conforme avanza el juego comenzamos a ir tan dopados que ningún enemigo supone un problema, mientras que al principio tenemos que huir de una cabra. Si bien con el caso de los enemigos si hay una subida de dificultad merced a las Lunas Rojas (el elemento con el que se reponen los enemigos derrotados), con el resto del medio no se produce dicho aumento de dificultad. Señalar después de esta queja, que la dificultad no es tramposa, el juego te exige atención y no te permite menospreciar los peligros, pero ante cada muerte uno no dejara de tener la sensación de que es el único culpable de esa muerte, y aprenderá y disfrutará con ella (en pocos juegos se puede morir de formas tan epicamente absurdas como en esta aventura).
La tragedia de Zelda
Se ha criticado mucho la historia de este juego; es una historia bastante sencilla, pero me parece que esta muy bien contada, y que de hecho supera con mucho la media de la saga. Zelda no es una saga de grandes historias, es una saga -y creo que siempre ha de ser así- de videojuegos, y la historia no es más que un pretexto para ir de a A a B y enfrentarse final a un cerdo gigante. Poco a poco Nintendo ha ido puliendo la saga en este sentido, con aciertos que han dotado de más personalidad a su mundo y con fallos que han apostado por un estilo cutre peliculero. Siempre he dicho que hay pocos juegos que me parezca que tengan una buena narrativa, ya que no entiendo por esto una sucesión de cinemáticas mal dirigidas si no otra cosa, que la propia historia se viva jugando, y eso es algo que en los videojuegos apenas está explorado.
Me parece que este Zelda estaría dentro del selecto grupo de juegos que tienen una buena narrativa integrada en su jugabilidad. La historia es muy simple y desde el principio nos exponen que el mundo se ha ido a la mierda y que nos toca a nosotros arreglarlo, ya que hace 100 años no estuvimos a la altura. Podemos pasar de la historia y, tan pronto como bajemos de la meseta inicial, ir al castillo y derrotar a Ganon sin averiguar nada más. Sin embargo, si decidimos explorar el mundo encontraremos las ruinas de un país y las historias de sus habitantes, encontraremos resquicios de leyendas olvidadas con referencias a otros juegos, y por últimos descubriremos a una de las mejores princesas Zelda de toda la saga mediante fugaces recuerdos.
Es cierto que la historia se siente escasa, el mundo es tan grande y los elegidos tan carismáticos que uno querría saber algo más de ellos; pero todo es coherente y lógico, y en ningún momento la historia da vergüenza ajena con algún momento forzado o absurdo. Las búsquedas secundarias son relativamente variadas y algunas da lugar a pequeñas historias secundarias muy divertidas y locas. Las tribus de Hyrule están bien dibujadas y se sienten imponentes; los Sheikah son decadentemente majestuosos y las ruinas nos hacen imaginar un reino increíble. El juego no tiene la oscuridad de un Majora´s Mask, pero un halo de tristeza y melancolía lo envuelve por completo, contemplamos un triste mundo arrasado en el que no hay esperanza y cuyos habitantes esperan resignados un final que saben que llegará más pronto que tarde.
El destino de la Trifuerza
Y así se acaba mi reseña de este juego, sobra decir que es positiva y que recomiendo encarecidamente la compra de este juego. Un juego increíble y superlativo, tan fascinante como divertido, tan absorbente como lleno de posibilidades para hacer lo que uno quiera en su interior. Un juego absolutamente recomendable y espero que irrepetible. El mayor problema que le veo a este juego es que es... "muy poco Zelda", tiene muchas cosas que me gustan y otras que no tanto, con lo que espero que el gran y merecidísimo éxito que haya tenido no haga que las siguientes entregas se conviertan en plagios de esta y que sigan evolucionando o mostrándonos otras formas de entender la saga de videojuegos más legendaria de todas.