El ala oeste de la Casa Blanca
Josiah Edward "Jed" Bartlet ha alcanzado la Casa Blanca. La suya ha sido una victoria agónica conseguida con menos votos que su rival republicano. Es el trabajo de su jefe de campaña y gabinete, Leo McGarry, mantenerlo en esa posición y conseguir que lleve a cabo las políticas que le llevaron a convercerle para que se presentara por el bien de EEUU. Es del trabajo de Leo y de su competente equipo: Josh Lyman, Toby Ziegler, C.J.Cregg, Sam Seaborn y los ayudantes de estos.
Este es el punto de partida de “El ala oeste de la Casa Blanca”, la serie más celebrada de Aaron Sorkin y una de las más reputadas de los últimos años. Una serie que nos narra los ocho años de gobierno de una administración utópica e idealista, afrontando con nobleza e integridad todo tipo de crisis, una reelección, un legado y una sucesión. La serie no es realista ni creo que pretenda serlo. En un podcast escuche la definición de Sorkin como un personaje quijotesco, no me parece una definición desacertada, además de que hay numerosas muestras de la devoción del creador por la obra de Cervantes, todas sus series tienen esa mentalidad de no retratar el mundo real, si no dibujar como habría de ser. La administración Barlet es la que todos querríamos que gobernara el mundo, formada por una serie de mentes brillantes preocupadas siempre por los más débiles.
La serie nos plantea escenarios y dibuja como cree que un gobierno debería reaccionar ante ellos. Los escenarios van desde grandes crisis internacionales a conflictos laborales o luchas por los derechos humanos, siendo también testigos de crisis ridículas ocasionadas por tonterías o fallos malinterpretados intencionadamente o no que no siempre acaban siendo episodios cómicos. En el ámbito internacional la serie no escapa de Israel, como tampoco de China o de Korea, arroja sus ideas sobre el conflicto de Ruanda y siendo una serie que comenzó a emitirse en el 99 en su tercera temporada se enfrenta a una audiencia conmocionada con el 11-S (tremendo la papeleta a la que se enfrentaron los guionistas de afrontar la paranoia y el patriotismo de aquellos años). En el ámbito nacional vemos conflictos con sindicatos, la eterna lucha del bipartidismo americano (con un tratamiento nada maniqueo de la dupla demócrata-republicana), transfuguismo, espías, racismo, inmigración, manipulación por medio de la prensa, lobbys, pensiones, sanidad, educación, militares, crisis medioambientales, catástrofes de todo tipo e incluso escándalos sexuales.
La serie es educativa. Se aprende muchísimo no sólo de la política americana, si no de política global y de cuestiones militares y económicas. La serie tiene sus ideas, pero no dice que sean las mejores y en ocasiones argumenta contra ellas para mostrar varias ópticas, y tampoco es infrecuente que los personajes se equivoquen, y no sólo los errores si no también los aciertos desembocan en realidades que en ocasiones no habían previsto.
Dentro de su idealismo, la serie intenta tener un enfoque realista aunque exagere algunos puntos. De hecho en mi opinión es un fallo de las últimas temporadas el que aborden demasiados temas importantes internacionales, parece como si la serie se quedase sin tiempo y quisiera tratar todos los temas posibles… y creo que es un error cuando la serie sube tanto de intensidad. A partir de la quinta temporada, además de un par de decisiones muy discutibles relativas a Toby y C.J (algo inverosímil cierta acción del primero y absurda la promoción de la segunda), la serie acaba siendo demasiado exagerada y pierde cierto del encanto menor que tenía en sus primeras temporadas, cuando el ámbito parecía menor y la serie se centraba más en la convivencia y vicisitudes de sus muy carismáticos protagonistas y menos en la gran política, que siempre estaba presente como un gran telón de fondo. La irrupción de Santos y Vinick renueva las fuerzas de la serie en su recta final, pero incluso diría que con estos dos personajes hay demasiados frentes y la serie se difumina algo (una pena la antigüedad de la serie, en estos días las últimas temporadas habrían convivido con uno o dos spin-offs).
Tecnicamente es una serie muy bien rodada. Hay dinero y se nota, y conforme pasan las temporadas y la serie gana en éxito (de audiencia y, sobre todo, de prestigio) los medios aumentan y se multiplican los exteriores y los cameos y las participaciones de actores de gran nombre. No hay un protagonista claro, ni Rob Lowe que inicialmente parecía aspirar a ese papel, ni un Martin Sheen cuyo carismático presidente Barlet tiene un rol paternalista y de mentor del grupo. El protagonismo de la serie es coral y todos los actores están bastante bien, con un guion que les da constantemente grandes frases pero que también tiene concesiones para que nos encariñemos con todos ellos por su humanidad y vulnerabilidad. La dirección es clásica en su mayoría, primeros planos para reforzar las grandes frases y algún que otro recurso visual cómico; ocasionalmente la serie intenta alguna cosa nueva como un episodio en plan footage, aunque normalmente la serie no sale demasiado bien parada de estos experimentos (salvo en el brutal episodio del debate en directo).
No puede interpretarse la serie al pie de la letra porque no pretende ser real, pero teniendo en cuenta esta advertencia “El ala oeste de la Casa Blanca” es un producto sobresaliente, con una factura técnica impecable, unos diálogos que tratan grandes temas universales y nos hacen reflexionar sobre ellos, unos personajes muy carismáticos y una comedia y un drama muy bien llevados. No es perfecta, claro, antes he mencionado un par de giros de la trama muy forzados que se dan en la sexta temporada, y en general en algunos episodios se puede pasar de idealista; así como ocasionalmente cae en algunos defectos clásicos de este tipo de series, con personajes con menor continuidad de la esperada y algunos que parecían destinados a ser protagonistas en una temporada y que después desaparecen ya sea por su falta de carisma (Moira) o por exigencias de los actores. Sus guiones suelen estar muy cuidados, pero inevitablemente tiene algunos episodios flojos. No obstante, todos estos son defectos menores que no empañan una valoración final más que sobresaliente. No será la primera vez que use esta definición, pero esta serie no sólo es extremadamente recomendable si no que debería ser de obligado visionado.