Chihayafuru
¿Un triángulo amoroso ambientado en el mundo del competitivo juego de cartas japonesas sobre los poemas de Ogura?
A priori, ante semejante premisa, la mayoría de las personas ignorarían esa serie. Por suerte la minoría en ocasiones es muy escándalosa y hace llegar al resto de la humanidad ciertas maravillas. Esta es una de esas ocasiones. No vi esta serie en su momento, pero las buenas críticas me han hecho verla finalmente... y no puedo hacer otra cosa que rendirme ante ella.
No es que Chihayafuru me parezca una pequeña obra maestra, que me lo parece, es que además es una de esas series que logran que el espectador conecte de sobremanera con sus personajes, entristeciéndole el final de la serie por el no poder continuar disfrutando de su compañía.
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El corazón de la serie; la simple diversión de tres niños |
Chihayafuru gira en torno a Chihara Ayase, una muchacha bonita, despreocupada, enérgica y alegre que no sueña con otra cosa que con ver a su hermana convertida en supermodelo. Un día de su niñez se cruza con Arata, un joven campeón de karuta (juego clásico japones que se juega con cartas con poemas antiguos y que después de ver la serie no entiendo mucho más que el go); ella y su mejor amigo se sumergiran con Arata en el mundo competitivo de este juego-deporte. Se establecen así los dos grandes motores de la serie: el triángulo romántico y el karuta.
Sin embargo, como había leído en otras reseñas, esta no es una serie romántica. El romance existe, pero el manga sigue abierto y su autora tiene la suficiente confianza en su talento como para no tener que precipitar nada y desarrollar esta parte de la historia muy lentamente. Hay romance, es cierto, pero es un romance más platónico que real. Los personajes están enamorados de ideales, de personajes mitificados de los que no se piensan dignos. La infancia perpetua en la que vive la protagonista hace a esta querer recuperar a sus amigos de aquellos años, mientras que estos se muestran cohibidos al haber traicionado los ideales de aquella infancia mitificada que comparten.
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Aspecto de Chihaya: Una mezcla de modelo y Yamato Nadeshiko |
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Mentalidad de Chihaya: Kioko de Skip Beat strikes back |
Y llegamos al juego, el verdadero motor y corazón de la serie. El juego es algo así como una frikada japonesa del siglo X (aunque un juego basado en literatura clásica... seguramente mucho más difícil y digno que la mayoría de los deportes actuales) . Es un juego imposible de comprender para un occidental... pero no pasa nada. La serie es mucho más un shonnen deportivo que un shojo romántico. Chihaya no tiene otro sueño que ser la mejor jugadora del mundo, y en su viaje le acompañan compañeros, amigos, mentores y rivales. Y la serie se transforma en una historia coral, con un trio protagonista marcado con grandes partidas y un desarrollo emocional claro, pero con una pequeña colección de entrañables secundarios que también se desarrollan por medio del juego.
Es el amor de todos personajes por un juego lo que mueve la serie y conmueve al espectador. El juego ni siquiera tiene un ámbito profesional, no es a los ojos de la sociedad otra cosa que una rareza anacrónica en la que nadie debería perder el tiempo, pero todos los protagonistas comparten (o descubren) una pasión gigantesca por ella. Una pasión que se nutre por su sufrimiento, sus esfuerzos, su descubrimiento de las múltiples interpretaciones del juego, las lágrimas de la derrota ante otros adversarios y las sonrisas de las victorias. Una pasión que se nutre sobre todo del simple afán competitivo y del jugar con o contra otros iguales que se esfuerzan tanto o más que uno mismo y cuyo amor por el juego no es menor.
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Pasión incomprendida |
En ningún momento la serie se atasca en la trama romántica, y así mismo las partidas de karuta se suceden con una velocidad y variedad notable. El ritmo de la serie es bastante alto y siempre suele avanzar en una o varias direcciones con una gran agilidad.
Tecnicamente es una serie más que resultona. El diseño de los personajes es muy agradable (no cae en muchos de los tópicos visuales de los shojos como los ojos kilométricos) y esta animado con una suavidad más que notable. Los escenarios están detallados y son preciosos. Los kimonos y la representación de los poemas añaden un simbolismo precioso a la serie que se combina con alguna que otra deformación y efecto cómico, constituyendo estas la clasica pequeña licencia que se toman las series con una narrativa tradicional con respecto al estilo más convencional. Dobladores y banda sonora rayan también a una muy buena altura.
Combinando ternura, emoción, un poco de drama, un mucho de superación y esfuerzo y unas grandes cantidades de humor sano, Chihayafuru no es sólo uno de los mejores animes que he visto en mucho tiempo, sino una de esas series con cuyos personajes e historia se conecta de una forma muy especial.
Chihaya entra por la puerta grande en mi lista de féminas favoritas del mundillo junto pesos pesados como Kyoko, Osaka o Arcueid. Y Chihayafuru se merece como pocas series la etiqueta de imprescindible.