Normalmente siempre se dice que no hay segundas partes buenas en el mundo del cine, con la excepción del Padrino; es una falacia, claro, y además siempre suele decirse para hablar de alguna secuela que es comparable a su predecesora. No obstante, si es cierto que muchas secuelas son más flojas que las películas originales, o al menos no resultan tan impactantes como estas debido a que ya no parecen tan originales por motivos obvios.
En el mundo del anime pasa algo parecido. Tiene todavía menos sentido, ya que muchos animes no dejan de ser adaptaciones de otros medios y en sus segundas temporadas sencillamente adaptan el material que les toca, pero si que es cierto que en el caso de las comedias románticas suele pasar esto. Tenemos una primera temporada en la que el mangaka original está intentando consolidarse y cuenta con la ventaja de poder presentar personajes sin tener que desarrollarlos... pero pasados esos primeros episodios la chispa se agota y -como sería muy precipitado cerrar la trama y acabar con su fuente de ingresos- las comedias románticas suelen llenarse de capítulos de relleno. No diré que es un hecho, pero si que es algo muy frecuente.
Kaguya-sama se ha convertido en una de las excepciones a esa regla no escrita. Lo ha hecho porque, en primer lugar, su primera temporada tampoco era espectacularmente buena (ver reseña) ya que no gastaba todas balas. Si algo nos ha enseñado la cultura otaku es que los consejos estudiantiles japoneses tienen 5 miembros, con lo que era extraño solo ver 4, pero Iino aparece al fin en esta temporada y completa un grupo fantástico. Y lo mucho que ha tardado este personaje en aparecer ejemplifica a la perfección las virtudes de esta temporada, que se resumen principalmente en una contención que inicial que ahora ha explotado en toda su gloria.
Creo que el autor estaba demasiado enamorado de su idea de cortejo estratégico, creo que la veía más graciosa de lo que en verdad era o que quizás sencillamente no era capaz de idear batallas a la altura de su guerra en la primera temporada (me refiero a las temporadas, pero obviamente estoy hablando de las etapas del manga cuando hablo del autor). En aquella primera temporada faltaba variedad, Fujiwara era un motor del caos, Hayasaka e Ishigami no tenían presencia y las tramas en general se notaban rudimentarias o carentes de ambición. Era un producto ingenioso escrito sin ingenio.
Pero triunfó, o al menos tuvo suficiente popularidad como para que el autor consiguiera confianza para crecer en su narrativa, y los defectos de esa primera temporada se han convertido en virtudes. Porque Hayasaka y Fujiwara son personajes ya presentados, y al moderarse su uso funcionan mejor al mismo tiempo que dan la sensación de tener más trasfondo, trasfondo que por ejemplo ha explotado en personaje de Ishigami haciéndolo mucho más interesante y que incluso está relacionado con la historia de Iino (incorporada de una forma mucho más tradicional pero que, precisamente al ser la única introducida según los clichés narrativos del género no se resiente por ellos). El usar moderadamente a algunos secundarios hace que estos no se hagan agotadores ni que parezcan cebos de fanservice; mientras que el protagonismo que se les da a otros secundarios permite a su vez relegar incluso a un segundo plano a los protagonistas, pareja que funciona mejor en este plano al opacarse la trama romántica con simples necesidades de compañerismo o amistad para ayudar a esos otros secundarios y que logra conformar una verdadera sensación de grupo entre los personajes de la serie.
No deja de ser curioso como los defectos de la primera temporada se han convertido en los cimientos de una segunda temporada excepcionalmente potente para lo habitual en el género.
A nivel técnico, poco que decir, un trabajo muy sólido en animación, donde hay bastantes recursos visuales de comedia (predominando las deformaciones o los cambios a planos monocromáticos) y donde además incluso ayuda que los diseños de personajes tienen cierta originalidad e identidad. Narrativamente la serie tiene un gran ritmo, algún episodio o segmento puede ser un poco más flojo pero en general la serie construye muy bien un par de arcos dramáticos que culminan en los episodios 6 y 11 y sabe desarrollarlos en segundo plano en los segmentos de comedia. Además, incluso narrativamente me maravilla un momento en el que la serie prescinde del narrador -uno de sus elementos más característicos- para suplantar su voz por la de todo el colegio en una escena que convierte un "resultado" no en una información para el lector si no en la celebración de todos los personajes con respecto a otro.
Poco más que decir, una segunda temporada memorable que entra dentro del reducido grupo de comedias románticas que logran sobreponerse a su temporada de presentación y que se convierte por mérito propio en toda una imprescindible.