Simogo es un pequeño estudio que desconocía pero que tiene muy buena fama, y esta buena fama y las buenas críticas que había escuchado de este juego me hicieron darles una oportunidad. Y el juego es una absoluta gozada.
El juego nos coloca en la piel de una mujer que ha sufrido un desengaño amoroso. A lo largo de una veintena de cortas fases hemos de superarlo. Todas estas fases componen un album musical de pop en un juego rítmico cargado de cartas de tarot que es difícil describir más allá de que es un homenaje a las luces de neón y tiene tanto simbolismo que es abruma. Ni estética ni música me llamarían en un principio, pero el juego los combina de una forma tan magistral que los convierte en un auténtico viaje emocional.
Lo mejor es que este simbolismo y esta locura visual se traslada a la jugabilidad, lo que inicialmente no parece otra cosa que un juego en el que nuestro personaje siempre avanza y hemos de movernos a un lado u otro para coger los corazones que encontramos en el camino (que definirán nuestra puntuación) pronto mostrará variaciones en las que nuestro personaje cambiara por completo y donde el juego se convertirá en un juego de disparos en la más convencional de sus variantes. El juego siempre va cambiando tanto en la ambientación de sus fases como en su jugabilidad misma, sorprendiendo siempre al jugador en una hora de juego verdaderamente fascinante que te arranca varias sonrisas de genuino embelesamiento.
El juego es corto, una hora, y su dificultad es casi inexistente para ser completado (el propio juego nos permite saltarnos partes de sus fases si estas se nos atragantan), pero hay múltiples desafíos y conseguir una puntuación alta si constituye un reto relativamente exigente que alarga facilmente la vida del juego. Es uno de esos juegos fáciles de acabar pero difíciles de dominar; su precio queda pronto amortizado en una compra absolutamente recomendable.
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